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Se desploma la bolsa en China y sus efectos arrastran medio mundo.

China no tuvo que esperar ni una jornada bursátil para poner en práctica el nuevo mecanismo que pretende terminar con la fuerte volatilidad de sus mercados de renta variable. La sesión de este lunes, la primera de 2016, estuvo protagonizada por una nueva espiral de ventas masivas que llevó a los principales títulos que cotizan en los parques del país, Shanghái y Shenzhen, a registrar caídas superiores al 7%. Rebasado este umbral, a una hora y media de la hora de cierre habitual, la compraventa de títulos quedó suspendida de forma automática.

Las pérdidas se acumularon desde la apertura de sesión, tras un fin de semana en que se conocieron nuevos datos poco alentadores sobre la actividad manufacturera del país y después de que este lunes el banco central chino situara la tasa de referencia de la moneda, el yuan, en mínimos de casi cinco años con respecto al dólar estadounidense.

A estos factores se añade el próximo levantamiento de la prohibición de venta de títulos que pesa sobre los grandes accionistas, aquellos que tienen más del 5% de una compañía, que podrán empezar a deshacer posiciones desde este viernes.

A las 13.12 hora local, el índice CSI 300, que recoge la evolución de los títulos de 300 compañías de ambos parqués, registraba una caída de más del 5%, lo que, en virtud de las nuevas normas que regulan los mercados, supone una suspensión de cotización de un cuarto de hora.

Pero, lejos de tranquilizar a los inversores, esta pausa aceleró el ritmo de las ventas una vez se reemprendió la compraventa de títulos. En solamente siete minutos el índice se dejó un 2% adicional, forzando así la suspensión prematura y definitiva de la sesión por primera vez en la historia. Shanghái cerró con una caída del 6,85% y Shenzhen del 8,19%, el mayor declive diario desde que en verano estallara la burbuja bursátil.

Entonces, las dudas sobre si tales caídas repercutirían en la economía real del país y un inoportuno cambio en la tasa de referencia del yuan, que provocó su mayor devaluación en años pusieron patas arriba los mercados financieros de medio mundo. Las autoridades respondieron con una intervención de facto de las Bolsas, en ocasiones con más de la mitad de los títulos suspendidos, estrictas limitaciones a la compraventa de acciones y hasta una investigación de la policía para determinar y aplacar presuntas “prácticas ilegales” en el sector que se ha saldado con numerosas detenciones.

A pesar de las numerosas medidas, los parqués terminaron perdiendo más de un 40% de su valor en pocas semanas, volatilizando miles de millones de euros. Sin embargo, a finales de año los inversores recuperaron la confianza y, de hecho, tanto Shanghái como Shenzhen cerraron 2015 en verde.

El batacazo de este lunes revivió las turbulencias del pasado verano y contagió al resto de parqués de la región —Hong Kong cedió un 2,7% y Tokio un 3,1% ante el resurgimiento de las dudas sobre los fundamentos de la mayor economía asiática—.

Dos índices que reflejan el estado del potente sector manufacturero chino indicaron que en diciembre la actividad de las fábricas se contrajo a un ritmo mayor que en noviembre, lo que aleja la posibilidad de un repunte de la economía del país a corto plazo. China creció hasta septiembre un 6,9%, su tasa más baja del último cuarto de siglo, inmersa en pleno cambio de modelo. 

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