Italia mandó a casa a la campeona. Al cabo de 22 años de la última vez que la derrotó en un partido oficial y tras haber sufrido en primera persona la tiranía de la mejor España de la historia, la escuadra azzurra disfrutó el dulce sabor de la venganza con una victoria incontestable.
Le bastó con un gol de Chiellini poco después de la media hora y le sobró tras un partido inconmensurable, en el que los hombres de Antonio Conte hicieron buena la máxima de su entrenador: el grupo, la entrega, la solidaridad y la fe por encima de todo.
Eso y, desde luego, una maravillosa lección táctica con que el entrenador italiano obsequió a quien sospechase o anunciase a priori que el catenaccio iba a ser la razón de ser de la azzurra en Saint-Denis.
Sorprendida por una intensa lluvia y una salida atrevida y ambiciosa de la selección italiana, España sufrió, y de qué manera, en los primeros minutos, encomendándose a un De Gea espectacular para sacar una mano milagrosa al cabezazo de Pellè primero y a la chilena de Giaccherini después, aunque la jugada ya había sido invalidada.
La incomodidad de la campeona se reflejaba en el rostro de sus medios, con Iniesta desasistido y muy marcado, Busquets demasiado exigido y la defensa, presionada hasta la asfixia, no pudiendo sacar el balón con ninguna comodidad.
Italia no tiene una estrella deslumbrante en sus filas ni falta que le hace, porque imprime su carácter ancestral a través de un entrenador, Antonio Conte, que se erige en el líder a todos los niveles y que demostró este lunes en París la razón por la cual la Juventus es lo que es aún en la actualidad.
Apenas un disparo de Cesc que rechazó desde el suelo Chiellini llegándose a los veinte minutos sirvió como argumento ofensivo de la campeona. Hubo minutos que pareció llevar la dirección del fútbol… Pero durante toda la primera mitad fue un espejismo, una mentira.
La verdad era italiana. Sin encerrarse atrás como podría sospecharse, fue a buscar a España y la encontró, dominándola táctica y moralmente para convertir ese primer tiempo en un suplicio.
Parolo a los 24 minutos volvió a avisar con un remate de cabeza que salió por arriba, Sergio Ramos, otra vez señalado por sus errores, estuvo cerca de marcarse un autogol a los 28 y, por fin, la realidad del choque premió a la azzurra con un gol que retrató, de paso, a España.
Suplicio español
Una falta, probablemente innecesaria, de Sergio Ramos frente al área sirvió para que Pellè lanzase un obús raso que De Gea rechazó a duras penas… Para que al rebote acudieran en masa los italianos ante la pasividad inexplicable de los españoles y le diera la ocasión a Chiellini de anotar a placer.
A los 33 minutos había saltado por los aires todo el plan de la campeona y el equipo de Conte dominaba, en el césped y el marcador.
Para entonces ya no llovía, pero España estaba ahogada. En la duda, en el miedo y en la impotencia frente a una rival que la dominaba en todos los órdenes del juego y que se retiró al descanso sin que Buffon tuviera necesidad ninguna de intervenir.
Antonio Conte explicó en la previa que si ganaba España porque había sido mejor en el campo, la felicitaría pero que su equipo iba a darlo todo por ganar. Y lo dio, con una entrega encomiable y una disposición encomiable de sus hombres.
Tal es así que en la segunda mitad, esperándose un cambio de escenario, fue Italia la que siguió mandando y tuvo la oportunidad de sentenciar el choque a los 55 minutos, en un uno contra uno de Éder, tras dejar atrás a Sergio Ramos otra vez, que salvó milagrosamente De Gea.
Había entrado tras el descanso Aduriz por Nolito pero no fue hasta que lo hizo Lucas Vázquez por Morata que el equipo de Del Bosque dio un paso decidido al frente para llevar a los italianos a la cueva.
Ahí, hacia los últimos veinte minutos, se apreció el crecimiento hispano y la sabiduría azzurra en el catenaccio. Un remate arriba de Ramos y un duro y lejano disparo de Piqué al que respondió con solvencia Buffon a los 77 minutos fueron el preludio de ese final de infarto que se avecinaba.
Lo intentó de todas maneras España pero se defendió con gallardía Italia. Y con una inteligencia fuera de toda cuestión que, incluso, le ofreció la posibilidad de irse a la contra y volver a poner en el escenario a De Gea, salvando un zambombazo de Insigne.
Y llegó la última… La definitiva, la de la histeria. Buffon miró tanto lucirse a De Gea que a los 89 minutos se erigió, enorme, para evitar la igualada en un remate de Piqué… Y dos después, comenzando el alargue, Pellè lo acabó todo.
Adiós España. Cayó, justamente, frente a una Italia soberbia. Auténtica y excepcional. ESPN