República Dominicana-“Nadie acusó a Dilma Rousseff, la recién destituida presidenta de Brasil, de haber incurrido en algún acto de corrupción. Ninguna voz se levantó en su contra imputándole haber sustraído fondos públicos en provecho propio. Nadie alegó soborno, cohecho o estafa”.
De esta manera inicia el exmandatario y presidente del Partido de la Liberación Dominicana, Leonel Fernández Reyna, su columna de cada lunes en un periódico de circulación nacional, en referencia a la destitución de Dilma Rousseff de la presidencia de Brasil, calificando la decisión del Senado como una “canallada”
“El propio Senado que la estaba juzgando no encontró la forma de condenarla”, manifestó el exgobernante.
De acuerdo a Fernández Reyna, lo acontecido en Brasil con la destituida presidenta Dilma Rousseff, no fue un juicio, sino una especie de teatro o melodrama movida por la lucha de poder.
“El Senado no pidió que fuera transferida a la jurisdicción penal a los fines de ser juzgada por comisión de delitos. No pidió ninguna medida de coerción en su contra. No ordenó su privación de libertad. No consignó pago de multas. Por el contrario, lo que estableció fue que Dilma Rousseff tenía el derecho de continuar en el pleno ejercicio de sus derechos civiles y políticos; que estos no habían sido quebrantados, y que, por consiguiente, resultaba elegible para cualquier futuro torneo electoral”, prosiguió el presidente del partido oficialista.
A juicio de Leonel Fernández, los sectores conservadores de Brasil, preocupados por estar fuera del control del Estado por cerca de 14 años, y con las perspectivas de continuar de esa manera por una década más, decidieron, apelando a “presuntos mecanismos de legalidad”, ponerle fin al gobierno de Dilma Rousseff.
De igual modo, el exmadatario, precisó que el déficit fiscal del que se acusaba a Rousseff, se originó por el impacto de la crisis económica global, la cual condujo a una disminución de la demanda de los productos de exportación de Brasil, así como a la caída de los precios de los productos básicos o “commodities”, como el petróleo, el gas, y el hierro.
El expresidente Fernández, explicó además a través de su columna, las que a su juicio, fueron las causas de la crisis económica de Brasil, país que durante una década vivió una época “dorada”, con notable crecimiento económico, inflación bajo control, disminución de la pobreza y el desempleo, entre otros avances.
Fernández Reyna expresa, que luego de esa época de estabilidad económica en Brasil, al llegar Dilma Rousseff al poder, empezó a sentirse, tanto en el país brasileño como de América Latina, el efecto de la crisis económica global. Como consecuencia, desde entonces a la actualidad, el crecimiento del PIB comenzó a descender, alcanzando durante el primer período de gobierno de Dilma (2011-2014), magro promedio anual de tan sólo 1.6 por ciento, lo que desató las protestas populares.
Agrega el expresidente, que de esa manera la popularidad de la presidenta Dilma Rousseff, que había llegado a estar en un 75 por ciento, empezó a desmoronarse.
“En ese ambiente de malestar y pesadumbre se realizaron las elecciones presidenciales de octubre del 2014. Encabezando una coalición de ocho partidos, Dilma no logró cosechar el triunfo en la primera vuelta, en la que obtuvo tan solo el 41 por ciento de los votos”, señala el exgobernate en su artículo.
El presidente del PLD, explica que inmediatamente Dilma Rousseff ganó las elecciones, empezaron a conspirar contra ella, “y es que la verdadera lucha por el poder está en el control de las reservas de hidrocarburos en aguas profundas, lo cual convierte a Brasil en el octavo país del mundo con mayores reservas de petróleo”.
Al descubrirse esas reservas, el presidente Lula modificó el sistema de concesiones para su exploración y explotación, por otro en el que Brasil se convertía en dueño de sus reservas de hidrocarburos.
De acuerdo al exmantario, “poderosos núcleos empresariales” nunca aceptaron que Rousseff continuara con sistema establecido por el expresidente Inacio Lula Dasilva para la explotación del petróleo en ese país, ya que aspiraban a un gobierno más proclive al manejo privado de la riqueza nacional.
“Por eso, más que por otra razón, desde el inicio de su segundo mandato, empezaron a planificar la forma de hacer abortar el nuevo gobierno de Dilma”, señala Fernández Reyna.
“No importó que políticos de los veintiocho partidos representados en el Congreso estuviesen vinculados a lo que en Brasil se conoce como el Lava Jato. Lo importante era encontrar un responsable de las limitaciones que estaba empezando a experimentar un pueblo que ya se había acostumbrado a vivir fuera de la pobreza”, prosiguió.
“Había que hacer saltar del poder a Dilma Rousseff. Pero no podía hacerse conforme al viejo método de los golpes de Estado militares. Eso sería muy burdo, sería rechazado a escala mundial por todos los partidarios de la democracia .Había que emplear un nuevo estilo, más sofisticado y más apegado a los cánones legales”, agrega Fernández Reyna.
“Así se hizo. Los que hace menos de dos años perdieron las elecciones, se apoyaron en las fuerzas del Vicepresidente, Michel Temer, antiguo aliado, para despojar a la presidenta Dilma Rousseff del poder que le había sido conferido por su pueblo. Hay quienes afirman que lo ocurrido en Brasil no fue un golpe de Estado. Tal vez tengan razón, porque lo acontecido fue algo peor, “fue una canallada”, finaliza el expresidente de la República, Leonel Fernández.