La noche de nunca jamás. La noche de la historia. Lo impensable. La proeza nunca conseguida y que abrazó un Barcelona que, pase lo que pase en adelante, entró en la historia del fútbol con la mayor remontada jamás imaginada.
A los 87 minutos ganaba por 3-1. A los 95 lo hacía por 6-1, con esa diana imposible de Sergi Roberto que provocó un éxtasis no recordado en el Camp Nou. Fue la victoria de la fe, de la ambición, la ansiedad y el deseo. Y fue un castigo, al final, merecido para ese PSG cobarde en la primera mitad y afortunado en la segunda… Hasta que se hundió en la miseria.
Ni lo soñaba el barcelonismo en el minuto 87, con el 3-1. Pero Neymar le llevó en volandas para hacerlo realidad. Una falta directa y un penalti pusieron el 5-1 a los 91 minutos. Y con el tiempo echándose encima llegó lo que ya nadie podía pensar, o sí. La diana imposible de Sergi Roberto.
ABORDAJE
El Barça apenas precisó una llegada al área de Trapp para revolucionar el partido. Un balón colgado, una indecisión del portero alemán y un inverosímil toque de Luis Suárez provocó el 1-0 cuando se cumplía el segundo minuto de juego… Y, de rebote, provocó que el miedo, el terror, se apoderase de un PSG que a partir de ese instante se convirtió en un manojo de nervios.
Tan encomiable se adivinó la fe y ambición del Barça como censurable fue la cobardía de un rival que apenas si dio señales de vida en ataque. Un disparo de Lucas Moura, superada la media hora y que atajó sin más problemas Ter Stegen fue, prácticamente, la única producción ofensiva de los hombres de Unai Emery durante esa primera mitad de pesadilla.
Cierto es que cuando aún celebraba el Camp Nou el gol de Suárez existió un brazo de Mascherano en el suelo rechazando, de forma involuntaria, un centro de Verratti que habría podido ser considerado penalti… Pero en el global de ese primer tiempo la jugada fue apenas un oasis en el desierto de un PSG atropellado por el Barcelona y su propio miedo, convertido en un equipo menor. Muy menor.
Sin laterales pero con extremos, el sistema de Luis Enrique llamaba al abordaje, con un Neymar multiplicado, un Rakitic omnipresente y un Messi… tranquilo. Porque la primera mitad de la Pulga pareció ser una reserva para el momento de la verdad.
Remaba como podía el equipo francés cuando a los 40 minutos la insistencia de Iniesta en un balón que parecía ya acabado, desembocó en el toque sutil del manchego y el desvío involuntario de Kurzawa a la red. De forma increíble, el Barça alcanzaba el descanso con la mitad del trabajo hecho… Y con dos goles se diría que tan antinaturales como lo fue la personalidad de su rival.
DEL TODO… A LA NADA
Lo que no podía sospechar ni en sus peores sueños Unai es que la segunda mitad comenzase tan mal como la primera. Meunier resbaló de mala manera para que Neymar tropezase con su cuerpo y cayera en el área. El árbitro dudó… Pero su asistente de gol le señaló el punto de penalti.
La noche se pintaba de azulgrana ya sin disimulo ninguno porque Messi no perdonó y a los 50 minutos mandaba el Barça por 3-0. Al abordaje y sin freno, el equipo de Luis Enrique tenía en sus manos a un PSG herido de muerte y que reclamaba a gritos que su entrenador interviniera.
Lo hizo dando entrada a Di María para mandar más arriba a sus jugadores… Y apenas seis minutos después Cavani la clavó. Lo que más se temía en el Camp Nou sucedió. Con apenas nada que presentar en ataque el equipo francés convirtió su pesadilla en una odisea para el Barcelona, que cerca estuvo de convertirse en el fin, de no mediar un pie milagroso de Ter Stegen al mismo delantero uruguayo.
A partir de ahí, sin embargo, el ánimo azulgrana decayó en la misma medida que fue encontrando su lugar un PSG que supo aprovechar esa suerte de depresión local y que le llevó a pensar en una clasificación tranquila… No lo fue. Fue una locura final.
A los 88 minutos Neymar transformó un lanzamiento directo excepcional y a los 91 un penalti cometido sobre Suárez. De la nada al todo, a ese 5-1 que le daba una esperanza impensable… Hasta el balón colgado al área en el minuto 95 y el vuelo imposible de Sergi Roberto, empujado por todo el barcelonismo para hacer realidad el milagro.
La noche de nunca jamás.ESPN