Por lejos, la Copa Mundial de la FIFA es el torneo de fútbol más prestigioso e interesante de todos. Quizás la famosa Champions League pueda pelear por el trono, pero su repetición anual y su carácter continental le quitan méritos.
El Mundial genera un vínculo idílico con los fanáticos, quienes cada cuatro años viven un romance apasionante con el desarrollo de un certamen que, en sólo un mes de duración, deja recuerdos imborrables. Eternos. Cualquier aficionado es capaz de asociar lugares, horarios y personas a determinados partidos, jugadas, goles o cualquier otra incidencia.
Y no sólo logra la atención unánime por su ascendencia planetaria, sino porque se trata de un campeonato que los futbolistas promedios, en plenitud, lo disputan una vez en la vida –o ni siquiera eso– pudiendo convertirse en héroes o villanos, sin importar el antes y el después de sus trayectorias. Por eso es tan maravilloso, tanto dentro como fuera del campo.
A Rusia le llegó la hora. A pesar de los temores sobre la seguridad y los retrasos típicos de construcción en varios estadios, el país camina con firmeza hacia el puntapié inicial de la Copa del Mundo, que será en exactamente 365 días, el 14 de junio de 2018.
Entre las irregularidades de las obras de infraestructura y la brutalidad de sus ultras, el gobierno de Vladimir Putin se prepara para no desechar la oportunidad de limpiar la imagen deportiva del país, manchada por los escándalos de dopaje de sus atletas. Y tal vez su imagen política, deslucida porque parece encabezar una nueva Guerra Fría contra Occidente.
Las autoridades insisten en que han tomado el toro por las astas y los problemas van a estar absolutamente controlados para cuando comience a rodar la pelota. A días de la primera prueba piloto, que será en la Copa Confederaciones que comienza este sábado 17 de junio, Rusia se alista para abrir sus puertas al mundo y, dentro de precisamente un año, entrar en la historia grande del deporte. Con datos de Infobae