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Los cascos azules de la ONU se van de Haití este domingo poniendo fin a su misión.

La misión de la Organización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) llega a su fin este domingo y se va dejando un país “muy diferente” al que encontró a su llegada hace trece años, según asegura su máxima responsable, Sandra Honoré.

Honoré recuerda que la operación de paz se estableció en un momento de “intensa inestabilidad” y de “violencia política generalizada”, cuando “la impunidad afectaba la vida cotidiana de la mayoría de ciudadanos”.

“Hoy, en 2017, trece años después, Haití es un lugar muy diferente”, asegura Honoré, que destaca la consolidación de la democracia en el país, el refuerzo de sus fuerzas del orden y las mejoras en el estado de derecho.

A su juicio, Haití está hoy día en una buena posición para “asumir plena responsabilidad” en las áreas en las que ha estado recibiendo apoyo de la ONU, aunque la organización continuará allí para respaldar al país.

El mandato de la Minustah finaliza oficialmente este día 15 y su presencia será reemplazada por una operación mucho más reducida (Minujusth) y centrada en apoyar a la Policía haitiana.

Además, pese a la salida de los “cascos azules”, la organización seguirá cooperando con la nación caribeña en muchos otros ámbitos y, según Honoré, Haití va a seguir necesitando “apoyo de la comunidad internacional” mientras consolida la democracia y sus instituciones.

Para la ONU, una de las grandes prioridades para la isla será ahora seguir avanzando en el refuerzo del estado de derecho.

“Es de una importancia crítica para dar un marco que atraiga inversiones”, señala Honoré, que hace hincapié en la necesidad de generar empleos que mantengan a los jóvenes en el país.

Según explica, hoy muchos de ellos, habitualmente profesionales preparados, abandonan Haití ante la falta de oportunidades, cuando su talento es muy importante para el futuro del país.

El desarrollo económico y la expansión de las infraestructuras y servicios (desde sanidad a carreteras) son también metas fundamentales con vistas a los próximos años, apunta Honoré, que considera clave además acabar con los problemas de corrupción.

La ONU, asegura, ve al Gobierno del presidente Jovenel Moise “muy determinado” a la hora de dar respuesta a esos desafíos y seguir avanzando.

En los últimos meses, sin embargo, Haití ha sido escenario de crecientes divisiones políticas y de protestas contra algunos de los planes de la Administración.

Una de las decisiones más criticadas del Gobierno ha sido la de restablecer el Ejército del país, disuelto por el ex presidente Jean Bertrand Aristide durante su primer mandato, en 1995.

El antiguo Ejército está acusado de algunos de los peores crímenes en la historia del país y la iniciativa del Ejecutivo se ha encontrado con fuertes reacciones, entre otros, de activistas de derechos humanos que le piden que se centre en dar respuestas a los problemas reales de los haitianos.

Para Naciones Unidas, reconstruir las Fuerzas Armadas es una decisión soberana de Haití, pero que en ningún caso debe suponer dejar sin los recursos necesarios a la Policía Nacional, en cuya profesionalización la organización lleva años trabajando.

“Hemos insistido a nuestros interlocutores haitianos en que los recursos necesarios para que la Policía Nacional desarrolle su mandato (…) no deben comprometerse con ningún otro proyecto”, asegura Honoré.

La representante de la ONU admite además que “la historia de las Fuerzas Armadas en Haití no inspira confianza entre un gran número de gente”.

Tampoco es de buen recuerdo para numerosos haitianos la presencia militar de Naciones Unidas, después de que un vertido de residuos de “cascos azules” nepalíes originase el brote de cólera que aún afecta al país y tras los repetidos casos de abusos sexuales en los que se han visto involucradas tropas internacionales.

Honoré insiste en que la ONU está comprometida a ayudar a Haití a superar el cólera por medio de la nueva estrategia que puso en marcha el pasado año y a defender los derechos de las víctimas de abusos.

Con el fin de la Minustah termina la que ha sido la misión de paz de la ONU con mayor protagonismo latinoamericano desde que se creó la organización.

El componente militar ha estado en su mayoría bajo mando brasileño, mientras que numerosos países de la región han aportado tropas, desde Argentina a Guatemala, pasando por Bolivia, Uruguay, Ecuador, Paraguay o Perú.

“La contribución de América Latina como región ha sido clave”, asegura Honoré, que considera que Minustah ha sido un “ejemplo de cohesión y coordinación regional”.

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