Pasaban pocos minutos de las 10:00 de la noche, cuando próximo al kilómetro nueve de la autopista Duarte alcanzamos a ver en marcha un carro, que no por ser color naranja nos llamó la atención. Llevaba abierta la puerta delantera, en el lado derecho. O sea, la puerta del pasajero.
Pero tampoco fue por llevar abierta una puerta, que fijamos nuestros ojos hacia el vehículo; era que salían desde el carro unos pies “chapaleado”, como cuando alguien se está peleando con la corriente de agua que amenaza con ahogarlo.
“Esto es un atraco”; en efecto se trataba de un atraco a un joven al que no me permitieron la pena y la indignación preguntar su nombre, pero para esta historia le llamaré “Juanito”.
“Me querían atracar”, dijo visiblemente asustado “Juanito”, cuando me le acerqué, junto a compañeros de trabajo, que “cogen una bola” con el temor de también ser atracados.
Juanito pudo escaparse, quizás de la muerte”, la noche del miércoles tres de octubre del año 2018, una fecha que él no olvidará “mientras vida tenga”, como decimos en el pueblo.
Según sus propias palabras, el muchacho se percató a tiempo de la intención de los malhechores y, entre forcejeo y forcejeo logró “tirarse” del vehículo en marcha, luego que segundos antes lanzara la mochila que cargaba, con útiles de trabajo y de universidad.
Pero Juanito no es el primero, ni será el último, si las autoridades no se atreven a poner el cascabel al gato.
Rosa fue atracada el viernes 28 de septiembre, días antes que “Juanito”, desde un carro también marca Hyundai Sonata y, con el mismo color naranja. Solo que Rosa, mi compañera de trabajo, no tuvo la necesidad de aventurarse a la “suerte” lanzándose del vehículo en marcha.
Los atracadores de Rosaba –dos muchachos- como ella los describe, no la maltrataron; “a ti nadie te ha tocado (…) nadie te ha puesto la mano”.
Así fue, no la tocaron, pese a que intentaron intimidarla con un cuchillo, al mismo tiempo que le advertían “tranquila que no te va a pasar nada”.
Los individuos –que no sé si tildarlos de delincuentes- trataron a Rosa tan bien, que no solo le devolvieron los RD$100 que ella le había dado para que se cobraran el pasaje, antes que se le declararan como atracadores…los dos muchachos cuidaron a Rosalba, dejándola inclusive en un lugar más claro y seguro, (en el Expreso V Centenario) “para que no te vuelvan a atracar”.
Juanito, en cambio, tuvo que pelear con sus atracadores, lo que de manera clara se evidenciaba en las arrugas que entonces adornaban el cuello de su camiseta rojo vino.
Pese a la “suerte” de una y la desventaja del otro, lo importante es establecer que ambos, tanto Rosa, como Juanito, fueron atracados en carros que ellos abordaron creídos en que pertenecían a rutas del transporte público, porque así lo simulaban sus conductores y compañeros de fechorías.
Rosa tomó un carro en la av. John F. Kennedy con Dr. Defilló y, Juanito habría tomado el suyo en la misma Kennedy, pero hacia el kilómetro nueve de la autopista Duarte.
En fin, dos personas atracadas, probablemente en el mismo vehículo Hyundai Sonata, que quizás conducen los mismos sujetos.
Parecería un cuento, pero no. Es parte de la realidad que se vive en nuestras calles y avenidas; de noche o en el día.
La advertencia está hecha a los dirigentes del transporte y, a los que viven del concho y que se sientan aludidos por las acciones que cometan los choferes llamados “piratas”, atracando a Rosa, a Juanito y, quien sabe a quienes y a cuantos más.
Pero también es un llamado a las autoridades que trabajan en el saneamiento del transporte; que entiendan que además de “sacar” de las calles las chatarras, es necesario eliminar también las “ratas”.