El mundo vive en evolución constante. Se ha escrito mucho ya sobre el fin del poder; sobre el fin de las ideologías y de tantísimas cosas que nos preparan para verlo todo.
Esto quizá explique por qué se ha vuelto tan poco notable algunas cosas que está trayendo la coyuntura política criolla en estos días. Nos referimos a la forma cómoda en cómo estamos asumiendo opiniones de figuras de la política norteamericana, que opinan sobre asuntos de la competencia de los dominicanos.
Y, lo que nos anima a tratar esto, no es el hecho de que senadores de los Estados Unidos o la embajada de ese país en el nuestro, no tenga derecho a emitir opinión sobre política doméstica o sobre asuntos que puedan reñir con la institucionalidad. A donde queremos dirigirnos es a la manera en que los políticos nuestros lo asumen, por pura conveniencia del momento.
Ya terminaron los días en que las injerencias eran odiosas, detestadas y rechazadas. Ahora puede que sean buenas y convenientes, si favorecen nuestros intereses.
La anticipación de la campaña política ha traído todo esto de lo que hablamos, pero lo cierto, lo auténtico es que nunca habrá como justificar que figuras externas se inmiscuyan en los asuntos nacionales. Por igual, también es cierto que los dominicanos todos estamos convocados a la defensa de cualquier intento por quebrar la institucionalidad o de violentar el sistema y los procedimientos democráticos.