Buenos Aires.-Alberto Fernández asume este martes como presidente de Argentina, marcando el regreso del peronismo al Poder en medio de una crisis económica y una pobreza que afecta a más de 35% de la población.
Su desafío es revertir la situación en un contexto de descontento social, para lo cual adelantó que reemplazará las políticas de ajuste del presidente saliente Mauricio Macri por otras que mejoren el bolsillo de los argentinos.
Junto con él asume como vicepresidenta la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner, procesada en varias causas de corrupción y sobre quien ha surgido la interrogante de si intentará condicionar la gestión de su compañero en el poder.
El panorama es muy poco auspicioso luego de que el gobierno del conservador Mauricio Macri concluye con una economía que se prevé que caiga alrededor de 3% en 2019 y una inflación y pobreza estimadas de 55% y 40%, respectivamente, a fin de año, que han agudizado el descontento social.
El nuevo gobierno asumirá además con recientes regulaciones establecidas en la economía, como un cepo cambiario por el que se restringió drásticamente la compra de dólares –la divisa en la que se refugian los argentinos en momentos de crisis– con el fin de frenar la fuga de capitales.
Otro de los problemas es la deuda contraída con acreedores y con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que ronda los 100.000 millones de dólares.
La renegociación del pago de la deuda es uno de los retos más importantes.
Fernández adelantó que sus asesores están trabajando desde hace semanas con el FMI para afrontar el pago del crédito por más de 56.000 millones de dólares que el organismo le otorgó a Argentina en 2018 en medio de una fuerte devaluación del peso. También ha dicho que no le pedirá al Fondo un desembolso pendiente de 11.000 millones de ese crédito. Las autoridades del organismo señalan por su lado que quieren analizar la 'viabilidad fiscal' de las propuestas de Argentina.
Una pista sobre cómo se negociará con acreedores privados podría estar en el designado ministro de Economía, Martín Guzmán, quien manifestó tiempo atrás que el país debía ir hacia una renegociación sin quita del capital adeudado con acreedores, pero con una postergación de dos años de todos los pagos. Ése ahorro ayudaría a dinamizar la economía, que es otro de los principales desafíos, ya que Argentina lleva dos años consecutivos de recesión.
Aberto Fernández conoce bien a la exmandataria (2007-2015) tras haber compartido la mesa pequeña del poder con Néstor Kirchner (2003-2007) y su esposa y sucesora durante varios años desde su cargo de jefe de gabinete de ministros.
Sobre la relación de ambos pende la interrogante de si la popular y polémica exgobernante, quien en la actualidad afronta un juicio por presunta corrupción y está procesa en varias causas, intentaría condicionar la gestión del presidente, quien ha descartado que eso pueda ocurrir.
En el futuro gabinete, la influencia de Fernández de Kirchner se manifestó con la designación de allegados en la jefatura del Ministerio del Interior y la del cuerpo de abogados del Estado. Además, la exmandataria contará con su hijo Máximo Kirchner como titular del bloque oficialista en la Cámara de Diputados, mientras que ella será titular del Senado por su condición de vicepresidenta del país.
Plan de gobierno
Fernández anunció la puesta en marcha de un plan para combatir el hambre en el marco de la creciente pobreza que incluye una canasta básica de alimentos accesible, el fortalecimiento de las cadenas de producción de las economías locales para que sus productos lleguen a precios más asequibles y la creación de una tarjeta de alimentos que hará un seguimiento de la calidad nutricional de las familias.
El presidente electo también ha dado a entender que otorgará aumentos a jubilados, empleados públicos y beneficiarios de planes sociales con el fin de mejorar los ingresos y reactivar el mercado interno. Además se propone crear el Consejo Económico y Social, que se encargará de discutir cómo se encararán los eventuales aumentos salariales.
La asunción de un centroizquierdista como Alberto Fernández implica un giro en la política exterior, que durante el mandato del conservador Mauricio Macri se alineó con el gobierno de Estados Unidos y otros conservadores en su rechazo al líder venezolano Nicolás Maduro.
Fernández, uno de los acotados referentes de la centroizquierda en la región, es cercano al expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y al mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador. Por el contrario, mantiene roces con el derechista presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, con quien sin embargo pretende mantener una relación pragmática porque el país vecino es el principal socio comercial en el seno del Mercosur, bloque económico que también integran Paraguay y Uruguay.
Fernández es además uno de los referentes del Grupo de Puebla en la región junto con otros 30 dirigentes políticos de la centroizquierda.