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  • Por: Máximo Sánchez
  • domingo 12 enero, 2020

El poder y la degeneración social dominicana

La Reina de la Feria de la Confraternidad del “Mundo Libre”, doña Angelita Trujillo, en una entrevista dada con el propósito de defender los conceptos emitidos en su libro, con el que buscaba  justificar las actuaciones criminales de su padre, se despachó con unas interesantes declaraciones.

A la pregunta de que,  ¿si reconoce usted que en el régimen de Trujillo, se cometieron aberrantes crímenes contra miles de dominicanos?; ella contestó, que nunca se percató de que esto ocurriera, pero que además en todos los gobiernos se comenten excesos y crímenes.

Señaló el fusilamiento del Dr. Manuel Aurelio Tavares Justo y sus compañeros en el gobierno del Triunvirato, en 1963, luego del ajusticiamiento de su padre, y el asesinato del Coronel Caamaño en su intento de insurrección, a principios de la década de los 70s.

En estos casos señalados por su Majestad de aquel “Mundo Libre”, nadie se atrevió a señalarle que esos crímenes con los que ella quería equiparar y justificar los de su padre, habían sido cometidos u ordenados por personas que aprendieron el oficio de asesinar en 31 años al lado de su progenitor.

Muy pocos años, luego de la desaparición de Rafael L. Trujillo, la sociedad dominicana comenzó a dar indicios de que en su psiquis el dictador no había muerto; hasta en aquellos movimientos revolucionarios que propugnaban por la libertad y la democracia, aparecían los vestigios de la voluntad dictatorial de sus actores.

Un alto dirigente revolucionario en la guerra de abril del 65 y actor protagónico después de ésta, solía asistir a las asambleas de su partido, con una metralleta en sus manos, y depositarla sobre la mesa del panel de dirección, como preámbulo a las discusiones de los puntos vista encontrados con sus demás camaradas.

Así actuaban la mayoría de los dirigentes que habían combatido la tiranía y que le habían sobrevivido; no justificaban la existencia del perínclito Barón de San Cristóbal, pero querían su pequeño reinado político.

Sin dudas, la sociedad dejaba ver su “trujillización” en toda su anatomía; en el orden militar, policial, empresarial, y de una manera muy acentuada en la base principal de la sociedad, la familia; la mujer dominicana, en las tres décadas posteriores a la decapitación de la dictadura, siguió desempeñando solo un papel domestico dentro del ámbito social y familiar.

El hombre siguió siendo el líder fuerte de la familia; criticado cuando aparentaba flojedad, o una influencia marcada de la esposa, compañera y madre de sus hijos; de acuerdo a lo heredado, los hombres tenían que vivir como machos, demostrando que llevaban los pantalones.

La sociedad dominicana actual, acusa una degeneración acentuada en todos los ámbitos; los hechos dramáticos, criminales y de corrupción, compiten por romper los records de días o semanas anteriores.

El narcotráfico y sus consecuencias, tan advertidos durante la década de los 80s del siglo pasado, han permeado la sociedad; y la manejan según sus criterios y conveniencias; el crimen organizado desacredita a quien no le conviene, hace callar por una vía o por otra a los medios de comunicación, o los pone a decir lo que ellos quieren.

Las personas han pasado a ser marionetas desinformadas, hostigadas por una cantidad de vocingleros que en radio y televisión, hacen gala inverosímil de ser dueños absolutos de verdades inventadas.

La violencia sembrada en los medios de comunicación, y por los modelos y líderes de los poderes públicos, es cosechada e imitada por el pueblo llano, que actúa de manera inconsciente sin percatarse de quienes les han plantado ese patrón.

Para muestra solo un botón: cómo podemos pedirle al humilde e ineducado hombre o mujer del pueblo, un comportamiento no violento y honesto en las calles, cuando el Presidente de la Cámara baja del Congreso Nacional, responde como un energúmeno a los cuestionamientos sobre su declaración jurada de bienes.

Declaración jurada de bienes, que dicho sea de paso, debería mover la acción de la Justicia en el ejercicio de la inversión del fardo de la prueba, que le permitieran al Sr. Camacho demostrar el milagro de poder declarar una fortuna de 2,800 millones de pesos acumulados por medios legales, sin aprovecharse de sus funciones dentro o fuera del Estado.

Es muy lamentable que los modelos proyectados por el poder, no puedan ocultar sus hándicaps; los pueblos con grandes limitaciones educativas, como el nuestro, tienden a imitar y a copiar los modelos que proyectan sus gobernantes y los medios de comunicación masiva.

Oremos porque veamos el milagro de un cambio de actitud en el Estado; de lo contrario como solían decir nuestros antepasados, “que Dios nos coja confesados”.

 

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