El pasado domingo ocurrió en la hermana República de El Salvador un hecho que ha llamado poderosamente la atención de la opinión pública internacional, el Presidente Nayib Bukele se apersonó al edificio del congreso se esa nación centroamericana, se sentó en la silla del presidente de la cámara y desde ahí dio un plazo a los legisladores, que estaban ausentes, para que aprobaran un préstamo que había sometido y aun no ha sido conocido.
No nos corresponde hacer juicio de valor sobre esta acción del presidente salvadoreño, pero no hay dudas de que su acción, se hizo acompañar de miembros de las Fuerzas Armadas de su país, ha sido mas que curiosa y podría suponer una invasión del espacio físico de uno de los poderes del estado para ejercer presión sobre unos legisladores que en su mayoría pertenecen a la oposición.
Es decir, en El Salvador es el presidente de la República quien ingresa al salón de sesiones del congreso para exigir que se apruebe algo que suponemos es potestad de los miembros de ese órgano legislativo, algo que pocas veces, si es que alguna vez, ha pasado en la historia política de nuestros pobres países tan faltos de instituciones fuertes.
Se supone que en nuestro sistema político, copiado del modelo de los Estados Unidos, funciona con tres poderes independientes, que en el caso del poder legislativo es por definición el mas representativo porque en el se expresa la diversidad de opiniones de una sociedad a través de, en el caso de la República Dominicana, sus diputados y senadores.
Pues en nuestro país se produjo la misma intervención del congreso por parte de dos políticos del patio, solo que al revés, fueron las fuerzas del orden las que tuvieron que cercar el palacio legislativo del Centro de los Héroes, para evitar que las hordas vociferantes encabezada por los renegados del PLD, invadieran ese lugar para impedir que nuestros congresistas cumplieran con su deber de legislar y conocer las iniciativas sometidas a su consideración.
Cuando vimos lo ocurrido el domingo, hicimos memoria de lo que hizo un grupo de personas a quienes considerábamos merecedores de nuestro respeto y consideración, que rodearon el congreso de la República con un grupo de motoconchistas que se apersonaban cada vez que había sesión del senado o la Cámara de Diputados.
Estos eran un grupo de ¨tigueres¨ (haitianos incluidos) contrastados en las paradas de motoconcho de la capital, se les entregaba una cantidad de dinero, unas banderas negras y paralizando el transito en el centro de la ciudad, los mandaban a intimidar a los legisladores cada vez que les venía en ganas.
De todos es sabido que hubo amenazas publicas de invasión y asalto del congreso, fue en base a estas informaciones que el gobierno tuvo que utilizar a las fuerzas del orden para evitar que se produjera un escándalo de grandes proporciones dentro de un recinto que se supone sagrado, y sobretodo, asumiendo su responsabilidad de resguardar la vida y propiedades de los dominicanos, pues todos recordamos las amenazas de realizar hechos violentos dentro del palacio del congreso.
No se nos puede olvidar al semianalfabeto que una vez fue presidente de la Cámara de Diputados, gritando improperios en medio de la calle (toda una vergüenza nacional) a sus compañeros de bancada, los que hacían causa común con el en estos infaustos momentos, porque para ellos lo mas importante era provocar una desgracia y así achacar todo lo ocurrido a quien hasta ese momento era su compañero de partido, que es a su vez el presidente de la República.
Pero tampoco puede borrarse de nuestra memoria las imágenes de un anciano cuya profesión es cantar merengue, el mismo que sacará tres votos el próximo domingo en su aventura como candidato a alcalde la capital, enfrentado a su propia familia que lo fue a sacar del frente del congreso mientras discutía y faltaba el respeto a un oficial de la policía que solo cumplía las ordenes de impedir que los promotores del caos cumplieran su propósito de buscar una muerte en ese lugar.
La irresponsabilidad en el afán de llegar al poder a cualquier precio es tal, que hasta pudieron haberle causado un sincope cardíaco a una figura que no se merece el relajo a que lo han sometido en los últimos años de su vida.
¡Cuánto abuso con un anciano!
Y no tenemos que contar que los hoy candidatos opositores, uno que se inventó un discurso anti PLD hace pocos meses pues en sus reuniones alababa el gobierno que encabeza hoy Danilo Medina, y el otro que no tiene ni discurso ni propuestas, encabezaron micro-mítines frente al congreso con el solo objetivo de impedir que los legisladores dominicanos cumplieran con su deber de legislar, pero también buscaban acciones violentas que desencadenaran situaciones complejas para la nación.
Nada de eso se puede olvidar, y lo de El Salvador fue lo mismo pero al revés, porque mientras allá quien preside el ejecutivo es quien llegó al congreso acompañado de militares para exigir que se conociera un empréstito en la República Dominicana no se produjo ningún hecho que lamentar por la responsabilidad demostrada por el presidente del Senado, quien asumió la responsabilidad de haber llamado a la fuerza pública para proteger el edificio de las cámaras legislativas y evitar un acto bochornoso provocado por dos individuos a quienes parece írseles la vida si no ganan unas elecciones.
Pero también por el compromiso del presidente de la República Danilo Medina con el país, cuando a pesar de contar con los votos suficientes para modificar la Constitución y presentarse como candidato a las primarias de su partido, decidió dar un paso al costado para evitarle a la República Dominicana una situación que pudiera degenerar en un acto violento dentro de las paredes del congreso nacional, en el caso nuestro no tenemos la menor duda de que ese era el propósito.
Aquí también asaltaron el congreso, quizás es mejor decir que intentaron asaltarlo, pero la responsabilidad de los que nos gobiernan evitaron que todo el ruido provocado se convirtiera en una desgracia nacional.