Decía don Juan Bosch, que cuando los pueblos decidían matrimoniarse con sus héroes, resulta una imprudencia tratar de desacreditárselos, por muy errada que fuera la vida de estos personajes en el pasado.
Francisco Alberto Caamaño es el ejemplo más reciente de esta afirmación; se desempeñó como jefe de la brutal fuerza de choque policial denominada “Cascos blancos” sirviéndole a un régimen espurio, y posteriormente encabezó el más heroico de los actos de resistencia referido en el siglo pasado en nuestro país.
El papel que jugó en la guerra civil de 1965, sacó a Francis Caamaño del anonimato e imprimió su nombre con letras de oro en la historia dominicana; su error estratégico de la fallida guerrilla de las montañas de San José de Ocoa en 1973, no melló un ápice el aprecio que había ganado en el corazón del pueblo dominicano.
Pero así como los pueblos se apasionan con sus héroes, pierden la estimación por sus burladores; por los falsos profetas, por los insensatos, por los mentirosos, por los políticos incapaces de mantener sus promesas y sus compromisos en confrontación con sus beneficios e intereses personales.
La falsa pretensión, y la pose de humildad maquillada, no pueden durar para toda una vida; los vaivenes de la misma vida harán caer las máscaras; y al final, todos nos veremos los verdaderos rostros en este mundo.
La realidad que enfrenta el Gobierno Dominicano con esta crisis político electoral que padecemos en estos momentos, no es más que el resultado de la insensatez de un Presidente que con un profundo conocimiento de la realidad de su país, decidió retrotraer el poco avance institucional que hemos logrado, para favorecer un proyecto personal de permanencia en el poder.
Sin darse cuenta que la degradación de su ambiente, había minado su figura y que su voz había perdido autoridad pública, para reclamar el apoyo popular que pudiera apuntalar sus pretensiones de prolongarse en la conducción del Estado.
Con un Comité Político de su partido, y un gabinete de gobierno repudiados y odiados por la población, por los altos niveles de degradación que exhiben, el Presidente Medina no se dio cuenta de que podía llegar el momento de cargar con todo el fardo de malas cuentas de esos personajes.
Si la altivez de Danilo Medina, no hubiese desbordado los límites de paciencia del pueblo dominicano, la desfachatez de un viejo miembro del CP de asaltar una cuna y procrear un hijo estando casado, con una jovencita que puede ser su nieta, hubiese pasado desapercibida.
Si esa altivez, no fuera tanta; la fortuna inexplicable del Presidente de la Cámara de Diputados, quizás no estuviera en el candelero; y así, si tomamos el cofre de los desvaríos grandilocuentes de ese conglomerado de negocios llamado Comité Político, encontramos la razón del hartazgo del país entero en contra del régimen actual.
Pues así como los pueblos abrazan a sus líderes y a sus héroes, así también identifican a sus depredadores, sus desvergonzados burladores, y a sus verdugos del momento. Un pueblo soberano acaba ser burlado y está preparado para una retaliación con fuerza y determinación.
Danilo Medina olvidó, si lo leyó alguna vez, que aquellos que se desayunan con soberbia, terminan almorzando con su vergüenza.