La gripe española, que no era española, fue una pandemia que apareció en el primer cuarto del siglo XX, precisamente cuando se desarrollaban los últimos combates de la primera Gran Guerra, en 1918; su nombre provino del origen de las informaciones sobre el contagio y la letalidad.
Los países envueltos en la confrontación armada, impusieron una fuerte censura de prensa; España, como país neutral que no participaba en la guerra, tenía una prensa libre de informar sobre todos los acontecimientos acaecidos; por esta razón las noticias sobre la influenza H1N1, solo provenían de los noticiarios y diarios españoles, de ahí su nombre.
Con un estimado muy disímil, de entre 20 a 50 millones de víctimas, esta pandemia es considerada una de las más letales de los últimos tiempos; con todo el avance de la ciencia médica nunca se han establecido las causas que la produjeron, y desapareció sin el efecto de una vacuna, solo por el aislamiento de las personas y por las medidas de higiene que se tomaron.
Hasta que no se firmó el armisticio, solicitado por Alemania el 11 de noviembre de 1918 se mantuvo la censura, aunque las muertes seguían multiplicándose por la pandemia, lo que no impidió que los cañones y los aviones bombardearan hasta el último día cuando los generales dieron la orden del alto al fuego.
Finalizada la segunda Guerra Mundial, aun con sus consecuencias encendidas en la guerra de Corea y en los conflictos políticos que llevarían a la guerra de Vietnam, apareció entre 1955 y 1958 la Gripe Asiática, que adquiriría características de pandemia, señalada por la ciencia como virus H2N2.
La OMS (Organización Mundial para la Salud) atribuye a la Gripe Asiática y a la Gripe de Hong Kong, que apareció 10 años más tarde en 1968, haber causado la muerte de uno a cuatro millones de personas cada una a su paso por el mundo.
Mientras esto sucedía, la guerra fría estaba en pleno apogeo; y Vietnam había devenido en el escenario de una lucha feroz entre el Norte y el Sur, que dirimían sus diferencias humedeciéndolas con la sangre de sus hijos; Estados Unidos de América, que en principios fue el soporte de Vietnam del Sur, terminó siendo el principal protagonista de esta guerra, que aportaría miles de tumbas al pueblo norteamericano.
Con el paso de las últimas décadas, la humanidad ha padecido muchas enfermedades, que no se nombran como pandemias; el VIH causó revuelo a finales del siglo pasado, y sigue causando muertes en todo el globo, sin una vacuna de prevención, ni cura segura; el incremento de los diferentes tipos de cancel en los seres humanos, tampoco preocupa lo suficiente para que los poderosos gobiernos del mundo se distraigan en buscar soluciones.
Además del hambre, que ningún organismo internacional califica de pandemia, existen las guerras, que todos los años aportan cientos y cientos de muertos y mutilados a toda la humanidad. El contraste entre los resultados de las guerras y su secuela de víctimas y destrucción, quizás solo pueden equipararse con los de las pandemias en las cantidades de muertes; pero en destrozos y contra productos, las guerras son peores.
Para quienes se interesen en una historia reciente sobre las ultimas guerras del siglo pasado y sus consecuencias, les invitamos a leer o a ver, un trabajo escrito y comprimido en un documental por el Sr. Robert McNamara, Ex secretario de Defensa de los gobiernos encabezados por J.F. Kennedy y Lyndon B. Johnson en EEUU; ese documental tiene por título “La niebla de la guerra”.
En el siglo XXl de la era cristiana, nos llegó la sombra de muerte y el temor, encapsulada en la pandemia del virus Codiv-19; cuyo índice de mortalidad no es tan alto, como su capacidad de expansión y contagio; pero, sin ser una amenaza de liquidación de los 7 mil millones de personas que habitan el planeta, se puede afirmar categóricamente que acaba de cambiar las facciones políticas del mundo conocido.
Inmediato a la aparición de las vacunas y los tratamientos médicos que controlen el Covid-19, comenzaremos a ver la reorganización de las naciones en sus economías y sus sistemas de gobiernos; y entonces veremos, cuan diferentes serán los patrones económicos y los protocolos de comportamiento internacional.
Nos parece escuchar una viejo verso del 1972, “mañana hijo mío, todo será distinto”; esperamos que sea para mejor.