Desde el primero de marzo República Dominicana está inmersa en la lucha contra un virus que ha enfermado y vestido de luto al mundo.
La pandemia, provocada por una nueva cepa de coronavirus que la Organización Mundial de la Salud nombró Covid-19, ha trastornado la cotidianidad, aislado familias, cerrado fronteras y, como un huracán de máxima categoría, ha aislado comunidades en un mismo país.
La rápida expansión del coronavirus que brotó en Wuhan-China, ha matado en el mundo a una cantidad de personas que por el momento no se visualiza hasta cuándo; hasta dónde y menos hasta cuántos llegará.
La “ira de Dios”, como muchos se referirse a la pandemia, ha derribado la economía global y unido en un mismo propósito a líderes mundiales, que con medidas drásticas, luchan contra una enfermedad que se resiste a darse por vencida.
Desde temprano, el coronavirus detuvo las procesiones y todo tipo de actividad que convoca la Semana Santa.
El Viernes de Dolores (3 de abril) cerró la Cuaresma que se pasó en medio de una cuarentena dispuesta como muro de contención, y que su extensión (de manera provisional) por otros 15 días, arropa también el Domingo de Ramos, en un país donde las habichuelas con dulce en un compartir familiar y entre amigos, seguido de un chapuzón en agua dulce o salada, es lo que caracteriza la Semana Mayor.
El coronavirus irrumpió en la tradicional Semana Santa de los dominicanos.