El país vive momentos complejos. Una pandemia que ha paralizado las actividades productivas; que ha alterado la interacción social y la dinámica cotidiana en sentido general. Esto nos llega en medio de un proceso electoral en el que la actuación del gobierno puede generar confusión entre el compromiso y la obligación de gobernar o la preocupación por procurarse adeptos mediante la implementación de justificados programas sociales.
En medio del coronavirus también la oposición hace su mejor esfuerzo y ofrece bienes y servicios con el propósito de ayudar a bajar los niveles de la pandemia o de granjearse simpatías entre los mas amplios sectores de la oposición.
Con más de 400 muertos por el coronavirus y superando los 10 mil contagios comprobados, no hay garantía de que la curva de la pandemia haya iniciado su declive. Todo lo contrario, la cantidad de casos que se reportan y la necesidad de ampliar el período de emergencia nos proyectan de momento un panorama incierto.
Si le sumamos al rompecabezas las muestras de desesperación de comerciantes de todos los niveles y de ciudadanos particulares, para que se reabra la actividad lo antes posible, es claro que tenemos de frente un momento muy complejo en la vida del país.