La automedicación para cualquier enfermedad siempre se traduce en el retraso de un diagnóstico médico o quirúrgico a tiempo, así como predecibles complicaciones en los pacientes.
La actual situación sanitaria que se deriva de la infección por el SARS COV 2, un tipo de virus que causa la enfermedad conocida como COVID 19 ha sembrado temor e incertidumbre en la población sin diferenciar niveles sociales y económicos.
Ante la necesidad que sienten los pacientes de “mejorar los síntomas”, la atención médica retrasada por el temor de los pacientes a asistir al servicio de emergencias de los centros designados para la atención de pacientes con síntomas respiratorios, la tardanza en poder realizarse pruebas de laboratorios debido a los angustiantes días de espera y la mal información de la población de que se necesita una prueba de sangre para que la clase médica pueda iniciar el manejo de la enfermedad, ha motivado nuevamente la práctica milenaria de la automedicación.
Estudios observacionales a pequeña escala se publican diariamente en revistas científicas con las principales actualizaciones y constantes variables relacionadas a la pandemia.
La interpretación adecuada de los hallazgos y las modificaciones constantes del manejo médico de los pacientes, tanto ambulatoriamente como a nivel de las emergencias y cuidados críticos, amerita por su complejidad ser manejado por especialistas médicos y no por la población general.
El uso indiscriminado de medicamentos utilizados por la población sin una prescripción médica tiene indicaciones precisas en distintas fases de la enfermedad tomando en consideración las características y hallazgos personales de cada paciente.
Existe un temor – no quiero llamarle infundado porque puedo colocarme en los zapatos de cada paciente – de asistir en busca de cuidados y recomendaciones en las emergencias.
Resulta oportuno recordar que, aunado a la pandemia, patologías preexistentes como eventos cardíacos, enfermedades metabólicas como diabetes no controlada, arritmias y eventos neurológicos continúan ocurriendo con la única diferencia de que los pacientes los estamos recibiendo tarde y complicados al tomar la decisión de permanecer en casa “hasta que no aguante más”.
La comunicación efectiva con su médico de cabecera marcará la diferencia entre una evolución satisfactoria o una desfavorable.
Mantenerse informados mediante los canales oficiales de los lugares que pueden medicamente asistirle durante una eventualidad es vital. Conocer que ante síntomas de un “virus común” con o sin fiebre debe el paciente, joven o envejeciente, proceder con el aislamiento domiciliario y acudir de inmediato en busca de asistencia telefónica de un colega neumólogo o infectólogo.
En caso de sentir dificultad respiratoria acudir al servicio de emergencia es mandatorio con una mascarilla colocada.
Recordar que, como médicos, aunque necesitamos siempre pruebas de laboratorios para asistirnos en el proceso de un diagnóstico, en el caso de la enfermedad conocida como COVID 19, imágenes de una tomografía de tórax (que se realiza sin mayor retraso) y los síntomas de los pacientes siempre serán soberanos y suficientes para la toma de decisiones e inicio del tratamiento.
Ante una eventual aprobación en las próximas horas de un nuevo estado de emergencia donde observamos el apoyo expreso de sectores económicos, políticos y sanitarios, el compromiso de asumir con responsabilidad colectiva las riendas de nuestro país es inminente.
La responsabilidad ciudadana debe primar en momentos donde fuentes oficiales reportan una ocupación hospitalaria que ronda el 81 % de las camas destinadas para pacientes con COVID 19.
Si bien es cierto que la Comisión de Alto Nivel y salud pública como Ministerio trabajan arduamente en la habilitación de nuevas camas y centros, no menos es cierto que todas las camas no van a disponer de ventiladores ni modernas infraestructuras ni estarán en el centro de las principales ciudades.
El personal sanitario se enferma, se agota física y mentalmente sin ser signos de derrota ni debilidad sino la mayor evidencia de la más brutal realidad humana vivida en nuestra generación.
Me despido en espera de poder acompañarlos en nuestra próxima entrega,
Dra. Jeimy Gómez.
Cardióloga – Internista -Ecocardiografista