En estos días el país estrena Presidente. Se estrenó con un discurso que ha generado mucho entusiasmo, en medio del desconcierto que ha traído al mundo la pandemia del Coronavirus.
El cambio, como se le puede denominar al fenómeno que se vivió el 5 de julio recién pasado, cuando más del 52 por ciento de los dominicanos que acudió a las urnas decidió que Luis Rodolfo Abinader Corona fuera el Presidente por los próximos cuatro años, ha generado alegría en buena parte de la población y ha abierto un espacio a la esperanza en un futuro mejor, al margen de si esto sería o no posible.
Vivimos momentos esperanzadores, pero ellos no nos deben alejar de la realidad que tiene el mundo de hoy, del que nosotros somos parte.
Estamos en medio de una crisis sanitaria con efectos aún no bien ponderados en el orden económico y social. Amenazados por un aumento del desempleo; por una disminución en los ingresos del gobierno y por una sensible afectación del aparato productivo. Está mas que claro que el reto es serio.
Es por ello que se debe procurar deponer momentáneamente los intereses políticos partidarios y centranos en la identificación de planes que nos ayuden a mitigar los efectos de la crisis y a prepararnos para en el momento indicado volver a la carga, en el mundo competitivo en el que nos hemos desenvuelto con éxito en la región.
Sin renunciar a cuestiones fundamentales o a compromisos del nuevo gobierno con la sociedad que le ha elegido, este debería promover la construcción de un frente que empuje en una misma dirección, sin importar la bandería política.
Todos, absolutamente todos, debemos ser convocados a la conformación de un movimiento que apalanque el impulso necesario para vencer al Covid-19 y para relanzar la economía, una vez que las circunstancias locales y externas así lo permitan.
Todos a una.