En las naciones del primer mundo, dígase Europa y sus Estados, cuando un partido político hace el ridículo de perder hasta la membresía o reduce escaños, sale del poder, además de enfrentar situaciones negativas tras un proceso electoral sus principales dirigentes dimiten incluyendo el líder principal.
Lo mismo puede suceder en otros países de América Latina o el Caribe, aquí en Santo Domingo ocurre lo contrario los dirigentes se aferran al poder y prefieren que su agrupación se vaya a pique o desaparezca antes que ellos entregar el timón.
República Dominicana no escapa a esa situación de subdesarrollo político electoral que se manifiesta cada cuatro años de tal manera que los procesos de cambios internos sencillamente no existen a lo interno de las organizaciones.
Aunque el caudillismo ha ido cediendo ante la dirección colectiva todavía falta mucho por hacer para la renovación o cambio dirigencial dentro del partidarismo nacional.
El atraso que tenemos que se deja ver al momento de escoger la planilla de candidatos y procesos de elección interna nos lo dice todo.
Fraudes internos, distribución familiar de los cargos a elección sin que los organismos electorales encargados de supervisar y poner el orden dentro de los partidos, contribuye al apoderamiento de los partidos políticos por parte de una persona o familia de esos grupos que dicen ser representativos de los intereses de sus miembros.
Otro elemento que contribuye a que los partidos políticos no se renueven bajo ninguna circunstancia son los fondos no auditados que entrega la Junta Central Electoral como contribución a la democracia.
Esa misma democracia que no supervisa el manejo de esos recursos y que sólo recibe facturas pocos creíbles cuya situación no pasa de ahí.
En fin esa es el sistema que tenemos, ahora el Partido de la Liberación Dominicana inicia un proceso de Congreso donde el expresidente Danilo Medina hecha culpa a las bases de la derrota olvidando que toda su familia formó parte del gobierno y no en posiciones bajas.
Nada que decir de los demás partidos que resultaron perdedores cuyos propietarios legales ni siquiera han dado las caras ante el fracaso electoral pasado.
Nuestra democracia una de las más caras del continente tienen que reforzarse supervisando cambios y apertura partidaria de lo contrario llegará el momento en que la gente, los de abajo, las bases dirán ya está bueno para hacer el papel de borregos.