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  • Por: Jonan González
  • lunes 28 septiembre, 2020

El poder del contexto

Para materializar el asombro que generan los logros que alcanza el ser humano a través del buen manejo del discurso se enuncia a menudo la frase: ¡el poder de la palabra! Los curiosos se preguntaran: ¿la palabra tiene poder?, ¿no será el hombre quien tiene el poder?, etc. Sin embargo, el enunciado no es conceptualmente correcto en todos los casos. A la luz de la teoría del discurso, por ejemplo, es inadecuada. Pues con ella se le atribuye un valor mayor a una unidad lingüística que, a pesar de que es fundamental para lograr cualquier objetivo a través del uso del texto oral o escrito, no deja de ser solo un componente de los tantos que se deben conjugar para lograr los determinados efectos perlocucionarios de los que habla John Austin en su libro Cómo Hacer Cosas con Palabras.

Hay quienes entienden que es en la capacidad de aprender una o varias lenguas (en el lenguaje) donde radica la esencia. En ese sentido, Inmanol Zubero sostiene que: “Quien controla el lenguaje, quien controla la capacidad de poner nombre a las cosas controla en gran medida la realidad”1. La idea anterior, al igual que la primera, tiene grados de certeza, pero no valida el uso de la cuestionada expresión.

La referida propiedad innata del ser humano (el lenguaje) ofrece la oportunidad de diseñar símbolos que designen objetos o ideas. No obstante, se requiere que las estructuras de la lengua tengan un fin determinado para que sea posible apreciar la efectividad de ellas. Según el lingüista Bartolo García Molina: “El discurso son las construcciones verbales, coherentes, isotópicas y comunicativamente acabadas o cerradas”2. Partiendo de esto se pudiera considerar que este debería ser el concepto al que se le atribuya la grandeza porque en él concurren los morfemas, las palabras, las oraciones o los párrafos a los que se deben recurrir para construir la estructura que tiene facultad de persuadir, motivar, argumentar o informar a los demás.

“El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual, se lucha. Aquel poder del que quiere uno adueñarse.”3, destaca el historiador francés Michel Foucault para referirse al poder del discurso, cualidad que no está en duda, pero se hace necesario puntualizar algunos detalles.

Lo cierto es que para determinar si el atacado atributo recae sobre la unión de una raíz y un lexema (palabras) o a la articulación de varios fonemas habría que tomar en cuenta dos asuntos fundamentales: el sujeto y el contexto. El primero, es quien a través de la aplicación del conocimiento de las estructuras, los géneros y las estrategias del discurso obtiene resultados palpables de elemento abstractos. El segundo, es el que determina en qué circunstancias una sola palabra hace la función de un conjunto de estas y por la tanto en ella se registra el poder. Las circunstancias son tan determinantes que llevaron a Marshall McLujan a afirmar que: “el medio es el mensaje”4.

El papel del contexto queda bien explicado cuando recordamos que: “para conocer el significado de un enunciado y saber, además, si ha de ser tomado como una orden, como una felicitación, o como una sugerencia, se ha de insertar ese enunciado en su contexto, sin el cual no pasa de ser una entidad abstracta”5. Lo que quiere decir, que en algunas circunstancias una sola palabra puede, sin ningún problema, conseguir el mismo objetivo que un discurso que contenga miles.

La incidencia de este último elemento que resaltamos para valorar la capacidad del discurso o la palabra es tal, que en ocasiones el silencio pasa a desempeñar la función de la lengua, permitiendo que un interlocutor pueda interpretar perfectamente la respuesta o lo que quiere expresarle otro, sin que este enuncie nada. Y es que: “el silencio y la enunciación son dos estrategias opuestas pero igualmente efectivas”6. Todo lo anterior nos encamina a asegurar que el poder se puede atribuir tanto a la palabra como al discurso, bajo el entendido de que en determinadas circunstancias hasta el silencio puede conseguir los llamados efectos perlocucionarios. A juicio de Calsamiglia y Tusón: “el contexto se constituye en un concepto crucial y definitivo en el ámbito de la pragmática y del análisis del discurso”7.

La reflexión planteada parte de la admiración hacia esa herramienta que los individuos se han fabricado para nombrar mediante modelos mentales la realidad que los rodea y responde a la preocupación por el buen uso de la lengua.


  1. Zubero,Inmanol. 1996. Movimientos Sociales y Alternativas de Sociedad. Ediciones Hoac. Madrid.
  2. García Molina, Bartolo. 2019. El Discurso, Categorías y Estrategias. Editorial Surco, Santo Domingo, R.D.
  3. Foucault, Michel.2008. El orden del discurso. Tusquets, Barcelona.
  4. McLujan, Marshall. 1984. El medio es el mensaje. Paidós, Barcelona.
  5. Lozano, Jorge, et al. 1997. Análisis del discurso: hacia una semiótica de la interpretación textual. Cátedra, Madrid.
  6. García Molina, Bartolo. 2019. El Discurso, Categorías y Estrategias. Editorial Surco, Santo Domingo, R.D.
  7. Calsamiglia Blancafort, Helena; y Tusón Valls, Amparo. 2007. Las Cosas del decir: manual del análisis del discurso. Ariel, Barcelona.

 

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