El presidente de la República, Luis Abinader, luego de conocer de la brutal acción policial que terminó con la vida de dos personas, ciudadanos, religiosos protestantes dominicanos, se dirigió al país, visiblemente compungido, lamentando el incidente, asegurando justicia, y dispuesto a que no vuelva a pasar. Como a muchos, me emocionó también ver al presidente indignado ante la tragedia de los esposos vilmente acribillado por una inepta, incapaz y ahora criminal patrulla policial.
En esta ocasión no hubo forma de que fuera un intercambio de disparos. Aquí las únicas respuestas de los asesinados fueron las oraciones que lanzaron desesperados a un dios que no tuvo tiempo para intervenir y salvarlos de la furia del mal, pese a que se dice eran sus servidores fieles.
Uno nunca alcanza a explicarse cómo suceden estas cosas contra los inocentes. Aunque, quizá, una reflexión teológica nos ofrezca la explicación de que ellos serán los mártires que pondrán punto final a la lentitud de las autoridades en asumir la responsabilidad ante las transformaciones que urgen en la Policía Nacional.
En un anterior artículo colocaba este tema como uno de los grandes retos del gobierno de Luis Abinader y el PRM. Durante los primeros meses, me acomodé a pensar que, dado lo escabroso del asunto, y de los intereses envueltos, de manera estratégica, el gobierno esperaba fortalecerse un tanto antes de asumir ese importante compromiso.
Pero sigue pasando el tiempo, y un país azorado se despierta cada mañana a ver como las cosas siguen iguales, sólo con pequeñas mejoras que son rutinarias tras la asunción de cada nuevo gobierno, pero de cambios sustanciales, bien gracias.
Tengo que retomar el caso de la seguridad ciudadana y la capacitación y profesionalización de la Policía Nacional de cara a la protección de la vida humana y el control de la delincuencia. No pierdo de vista los múltiples factores que inciden en ambos temas. Entre ellos el descalabro moral y ético en las filas policiales, salvo las honrosas excepciones en oficiales y alistados; y la falta de oportunidades de todo tipo, la pobreza y la marginalidad que viven millares de jóvenes, cuya mejor instrucción es la realidad barrial, donde un musicón promueve el dinero abundante de las drogas, la exhibición del lujo y la opulencia, la exhibición de armas, el machismo, y la mujer como símbolo sexual.
Este último tema lo abordé en mi artículo sobre el derrotero cultural que encarna la “música urbana”.
En esa oportunidad el mejor calificativo que se me ocurrió para calificar la actitud de las autoridades dominicanas fue el de “boca abierta”, expresión que en mi campo se le aplica a quien observa la ocurrencia de un suceso, y se admira ante él, con la boca abierta de sorpresa, pero sin comprender lo que está pasando. Esto es lo que creo que pasa con las autoridades frente a la agresión cultural que vive la sociedad dominicana y en especial jóvenes y niños, que, en ausencia de otra propuesta, consumen el pervertido discurso cimentado en vulgaridad, exhibicionismo, morbo, violencia, droga y alcohol presente en la propuesta “artística” que se les sirve las 24 horas del día. A todo esto, las autoridades, o no están en eso, o no lo entienden, o les importa un carajo. Mientras tanto, al urbano o urbana que se le ocurra la peor vulgaridad, se llena de dinero a costa de la degradación artística, por tanto, cultural, por tanto ideológica y por tanto impactante de toda la realidad social, que nos alcanza a todos, y compromete el futuro de la nación.
Como excepción vemos como un ministerio público, sí se entera de que aparecen menores en videos de una fundación que procura canalizar ayuda para casos de extrema pobreza donde nunca ha podido llegar a defender la vida ni la iglesia ni el estado. Sin embargo, no me he enterado, mal por mí, de los esfuerzos de las autoridades por regular cómo aparecen varios niños y niñas incursionando en “música” urbana introduciéndose desde pequeños en ese mundo sórdido, de seguro promovido por sus padres o familiares, quienes, de seguro están detrás del amor al arte de quizá conducir un carro de lujo como con orgullo de su triunfo, exhiben algunos.
¿Me he cogido con ellos? No. Me preocupa que niños y jóvenes sueñen con ser como ellos. Me duele que los valores culturales que todo un pueblo ha creado a través de un tortuoso trayecto histórico vayan al olvido en las nuevas generaciones, y que nuestras creaciones artísticas se conviertan en extrañas muestras de fríos y sórdidos museos desatendidos y aburridos. Si no, pregunten a nuestros escolares por la historia dominicana; pregunten por nuestros artistas, (no solo cantantes), pregunten por nuestros bailes; mejor, pónganlos a bailar… pregunten cuantos libros han leído….
En definitiva, celebro las palabras emocionadas del presidente. El pobre hombre, conmovido en su noble corazón, quizá no se había conectado con esa realidad. Con la realidad de ir con tu familia en un vehículo y vivir el terror de unos policías que te ordenan parar en el lugar menos pensado del camino. Que al parecer no saben a quién ni qué buscan, pues ordenan el desmonte y revisan el vehículo, cuando uno sabe que ellos saben perfectamente quienes son los delincuentes, quiénes de ellos tienen armas y cuales, y sobre todo, dónde tienen que ir si quisieran atraparlos.
Particularmente, y creo coincidir con gran parte de la población, yo no veo la férrea voluntad de transformaciones que aún espero. No vislumbro que los miles de millones que se han perdido en corrupción puedan servir en algún momento para programas de oportunidades insertos en los barrios y los campos, no en la publicidad.
No vislumbro cambios en unas fuerzas armadas donde el respeto, la caballerosidad, la ética, el escalafón y las normas institucionales primen por encima de intereses personales. Enfocadas en engrandecer la patria y en servir con valor con actitud profesional que sea remunerada eficientemente, de manera que el militar no tenga necesidad de buscar otros ingresos para vivir con dignidad, y que por nada se arriesguen a perder sus puestos y sus carreras. No vislumbro cambios en la PN. Porque no se trata de anunciar un plan de seguridad, que, para mí, como los anteriores, no pasan de discurso, por no querer enfrentar el problema desde el fondo. No vislumbro que los funcionarios de este gobierno entiendan que no le hemos regalado “las mieles del poder”, sino que por el contrario la memoria histórica, en algún momento les cobrará caro haber traicionado la esperanza de un pueblo desesperado esperando justicia social, oportunidades de progreso, una sociedad enfocada en el desarrollo material, en la valoración y promoción del ser humano, y en la preservación de sus mejores valores y en la creación de valores nuevos y oportunos que den respuestas a las nuevas necesidades y retos de país en el contexto de interacción global.