Para hacer consideraciones sobre una obra de gobierno, sus ejecutorias y resultados, primero hay que considerar sus orígenes. El Partido Revolucionario Moderno, es el mismo PRD con un cambio de una palabra impuesto por una coyuntura interna particular.
Hipólito Mejía y Luis Abinader, agruparon a la flor y nata del PRD bajo un paraguas, frente a la sombrillita que le dejaron a Miguel Vargas Maldonado, para que según el Dr. Gómez Mazara, “hiciera negocios grandes con las siglas de un partido pequeño”.
Como era de esperar, el perredeísta es genio y figura hasta la sepultura; los escándalos de los funcionarios comenzaron semanas después de instalado el nuevo gobierno. Doña Milagros Ortiz Bosch, por su extracción y larga data en el quehacer político, sabe muy bien que el final es lo más importante en cualquier carrera, decidió jugar un flamante último papel.
Como guardiana de la Comisión de Ética, ha tenido que lidiar con las indelicadezas de sus compañeros; que van desde las irrefrenables y selváticas costumbres sexuales, hasta los burdos sorteos de loterías amañadas.
El Presidente de la República, no desconoce la procedencia de su partido; sabe que ha sido durante mucho tiempo, el nicho de una parte del ala liberal de la sociedad, que agrupa a la pequeña burguesía pobre y muy pobre del país, como la calificó don Juan Bosch, en Composición Social Dominicana.
Esa es la razón, para rodearse de empresarios y profesionales de clase media, y así tratar de contener los deseos de una dirigencia política hastiada por una oposición de casi 20 años.
Un gobierno resultado de una crisis política del partido de gobierno antecesor, y de una crisis sanitaria de carácter global, tiene necesariamente que ser considerado en el marco de su coexistencia, nacional y mundial.
La crisis sanitaria heredada y desencadenada por el Covi-19, ha sido enfrentada por el gobierno de Luis Abinader, y con algunas reservas, se puede afirmar que las iniciativas han sido exitosas; hay disponibilidad de vacunas, para todo el que quiere vacunarse; las medidas precautorias han estado a la disposición de los ciudadanos con sentido común; y al día de hoy se siente una distensión en la ocupación hospitalaria.
Luis Abinader tuvo un gran acierto, al dejar en manos independientes, la Procuraduría General de la República y su obligación legal de perseguir el delito proceda de donde proceda; se pueda afirmar sin temor a equivocarse, que ese es el punto luminoso de este gobierno.
Lo económico, es la cara más oscura; un endeudamiento intenso, e indetenible; y una inflación jamás vista. Se suponía que la pandemia generaría un estancamiento de los sectores productivos; por lo que, al arribar al poder, el gobierno debió iniciar un plan intensivo para salvaguardar los sectores productivos; pero no fue así.
Parece que los funcionarios de los sectores productivos, principalmente los agrícolas y pecuarios, estaban muy ocupados con sus asuntos personales y la tarea de adecuarse a sus funciones. Cayó la producción de rubros en el campo, y el descuido, permitió la llegada de la fiebre porcina al país.
Los mayoristas e industriales de productos de construcción, decidieron cobrar su factura de cooperación para el “gobierno del cambio”. En un país con ambiente económico de estancamiento, es imposible que el encarecimiento de materiales de construcción obedezca a la demanda en este campo, cuando los horarios de trabajo se vieron reducidos en muchos meses hasta a la mitad del tiempo, por los toques de queda.
El presidente Luis Abinader, ha decidido jugar a contener la desesperación crítica en que se sumerge la sociedad dominicana; en una rara imitación de su antecesor, visita los fines de semana diferentes puntos del país, y en cada lugar hace grandes promesas de obras e inversiones; aparenta estar en una campaña electoral, pero los lugareños se preguntan ante cada ofrecimiento: ¿y los cuartos dónde están?
La criminalidad y la seguridad ciudadana tampoco han sido nada auspicioso en el gobierno de Abinader; los asesinatos de ciudadanos inocentes han estado a la orden del día; y lo más trágico es que muchos han sido cometidos por una fuerza policial, que se supone debe estar resguardando la ciudadanía.
Con el afán de dejar una impronta propia, el Lic. Abinader ha abandonado obras muy avanzadas del gobierno anterior; dejando de lado la continuidad del Estado, eso se refleja en la carretera de circunvalación de la ciudad de Azua y del estancamiento de los trabajos en la presa de Monte Grande.
Aspirar a que su nombre figure entre los presidentes constructores, no es criticable; lo malo es interrumpir proyectos avanzados que vendrían a beneficiar a cientos de miles de dominicanos, para iniciar otros nuevos que quizás cumplan el mismo cometido.
Bueno, en definitiva, ha sido un año tortuoso para el pueblo dominicano, con un gobierno que aún no se acopla a las circunstancias de su origen para obtener notas sobresalientes.