José Rafael Sosa
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En contadas oportunidades, el milagro escénico se hace posible, y se abre ante el espectador una dimensión que impregna las emotividades del espectador al sorprender con el rompimiento de lo actoralmente conocido.
En la soledad de la tierra de nadie es un marcador significativo de teatro que tiene sus ejes en el cuerpo, la voz y el texto, para escalar de forma inédita la sensibilidad del espectador, que tantas veces ha vuelto una y otra vez a sentarse en una platea, en espera de que corra el telón o se enciendan las candilejas del proscenio., sin tener idea precisa
La pieza radica su notable impacto de radica en la calidad de sus parlamentos, enmarcados en la relación de un vendedor y un cliente en un ambiente indefinido en el tiempo, en la cuidada selección de los dos intérpretes manejando el movimiento corporal con un cuidado ritmo y simbolismo y con un singular dominio de la técnica vocal.
La versión libre del concepto original, En la soledad de los campos de arroz; regreso al desierto del escritor y dramaturgo francés Bernard-Marie Koltès, que adaptado por Miguel Ramírez, refiere a un trabajo de creatividad, abre acceso a una pieza que se perfila como uno de los mejores proyectos escénicos de la modernidad en país.
Un elemento crucial del montaje son sus parlamentos, concretados no son un diálogo entre actuantes en el sentido tradicional.
No.
La pieza, parlamentariamente hablando, es un entramado de proclamas al público perfumadas de poesía simbólica, en su expresión en las que desfilan el ideario de la distancia, el recorrido, el salvajismo, la dualidad hombre-animal, la humildad, la soberbia, el camino.
Una fluida elegancia parlamentaria que envuelve al público en con un lazo casi mágico, que se refuerza por la caracterización tanto del vendedor, un guardia fronterizo fortachón, barbudo y calvo, y su cliente, un emigrante que procura un mejor destino, mezcla de músculo, una fuerza facial extraordinaria al punto de parecer una máscara de terror realista, bordeada por un sorprendentemente abundante, crespo y rosado.
El montaje se ve reforzado por el acierto de sus elementos técnicos: una escenografía aparentemente simple, pero deslumbrante por los efectos visuales que comporta el manejo de sus partes (paja y puertas).
La responsabilidad de la actuación radica en dos jóvenes figuras del teatro independiente: actor, director y gestor teatral Anderson Mojica y Eleccio Caraballo, actor de cine y teatro (a nuestro modo de ver aun no empleado en cine en la plenitud de lo que es capaz de ofrecer). Ambos aman y enseñan teatro.
Otros elementos que aportan al éxito artístico de este trabajo es la música original de Vadir González, cuidada y pensada con alma y ojos puestos sobre el argumento, aportándole una dimensión, su diseño de luces de Ernesto López, iluminador que de seguro habrá sentido este trabajo como uno de los más creativos de su carrera.
Ese diseño lumínico es responsable de hablarnos y hacernos sentir por medio de las luces, aportando un factor de éxito al resto de los formulados para provocar el fin del teatro cuando se cumple su objetivo: llevar e impresionar al público que llegó sin saber que le esperaba desde entablado.
En la soledad de la tierra de nadie es un montaje que inició su andar en noviembre de 2021 estrenándose en San Juan de la Maguana, homenajeando al nunca olvidado Ángelo Valenzuela, dramaturgo de peso artístico fundamental y pintor de estilo que ahora es cuando se está valorando de cara a la eternidad. Luego, el montaje estuvo en Teatro Guloya, ante la indiferencia vergonzante de cronistas de arte popular que ni siquiera la nominaron a los premios más concelebrados (Soberanos 2021). Los premios de arte popular clásico tienen el deber de ser mucho más selectivos.
Ahora, por suerte, logró espacio en Casa de Teatro, en la que se está presentando el fin de semana del 1 al 3 de abril. Si no la ha visto, no tiene idea de lo que se pierde.
Ficha técnica
Título: En la soledad de la tierra de nadie
Dramaturgia: Adaptación libre de la obra original,
“En la soledad de los campos de algodón”, de Bernard-Marie Koltes
Director y adaptador libre: Miguel Ramírez
Producción: Rhaidirys Deschamps