Los últimos meses de convivencia en el país, han sido cruciales en las diferentes muestras de degradación que afectan a la sociedad dominicana; a los diferentes y recurrentes dramas sociales de los feminicidios y muertes múltiples de parejas en conflictos domésticos, vinieron a sumarse las muertes por torturas de jóvenes apresados por la institución policial.
El último acontecimiento que conmocionó la vida del pueblo dominicano, ocurrió esta semana pasada, cuando un amigo y compañero de partido decidió acabar con la vida del Ministro de Medio Ambiente. Este hecho dejó estupefacta a toda la sociedad, dejando un rastro de dolor en todos los ámbitos de La Nación.
Las ambiciones sociales, políticas y económicas propias de la lucha de clases sociales que caracteriza cualquier sociedad, han asumido una rampante degradación, motivada por los nuevos elementos que se han incorporado al diario vivir de los pueblos latinoamericanos.
Existe más de un patrón nuevo, dentro del comportamiento social del ciudadano de hoy en nuestros países. Los nuevos ricos, filón de clase que tiene en su seno más de una división, condicionan las ambiciones de los jóvenes emergentes; hoy tenemos, el rico talentoso en el deporte, los artistas ricos sin talento, ni conocimiento de música, hechuras de un laboratorio social.
Los ricos politiqueros que llegan al Estado, con sus negocios armados; y están tan seguros de que saldrán multimillonarios, que son capaces de inventar declaraciones juradas abultadas, para justificar el incremento de sus haberes.
Aquí se necesita contar también, al rico narcotraficante; situado fuera de la ley, pero que desata las ambiciones de muchos, grandes y pequeños que, de alguna manera justifican sus criminales acciones.
No es fácil mantener una coherencia político social, cuando la práctica clientelar de ésta, es una costumbre franca y desenfadada de todos los actores del universo político.
No podemos manifestarnos honestos en la dirección del Estado, si para ascender a sus puestos, usamos los recursos de criminales y deshonestos.
Lo grave, y el gran problema en todo esto, es lo embriagada que está la sociedad, motivada por el discurso defraudatorio puesto en boga por los corruptos de cualquier índole, para justificar sus actuaciones.
Este discurso, es capaz de sepultar líderes religiosos, sociales, empresariales y políticos. Han armado sus estructuras de prensa, y descubrieron la filosofía de Joseph Goebbels (miente, miente, que algo queda).
Es asombroso cómo la gente común, repite los estribillos de falsedades, salidos de los conciliábulos de prensa, armados por los dioses del mal.
En este escenario que vivimos, es muy difícil, es casi quijotesco, emprender una labor de rescate de la dignidad social y política que hemos perdido; pero sin dudas, por el futuro de las nuevas generaciones, vale la pena comenzar a luchar por el honor y la dignidad.