La reina Isabel II acaba de fallecer, según la cuenta de Twitter de la Familia Real.
«La Reina murió pacíficamente en Balmoral esta tarde. El Rey y la Reina Consorte permanecerán en Balmoral esta noche y regresarán a Londres mañana», indica el tuit.
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Si no fuera porque tiene 96 años se diría que Isabel II no tenía edad, ya que su figura imperecedera y omnipresente se había convertido en un símbolo de la monarquía que va más allá de la persona en cuestión
Londres (EFE).- Fue el 21 de abril de 1926 cuando la pequeña Lilibeth, como se la llamaba de niña, abrió en Londres sus pequeños ojos azules que, noventa y seis años después, no han perdido su brillo pese a la deslumbrante transformación del mundo que ha acompañado su reinado.
«Declaro ante todos ustedes que toda mi vida, sea larga o corta, estará dedicada a vuestro servicio y al servicio de nuestra gran familia imperial», prometió a los 21 años, cinco antes de convertirse en monarca, en 1953.
Para ser fiel a su palabra, a partir de ese momento sellaría su boca. Nadie supo nada ni de sus sentimientos ni de sus opiniones ni de sus pensamientos y, gracias a eso, sobrevivió a un reinado que abarca 12 primeros ministros y casi 70 años años.
El estilo de la reina nonagenaria
Sus vistosos atuendos con sombreros a juego, su amor por los perros corgis y por los caballos, es cuanto se supo de la reina de la discreción junto con su «sentido del servicio y el deber».
Aspectos que le validaron «un respeto incomparable y admiración, no solo en el Reino Unido, sino en todo el mundo», como apuntara el el exprimer ministro, David Cameron, cuando la soberana más longeva del mundo se convirtió también en la que más años ha estado en el trono, superando a su tatarabuela, la reina Victoria.
La reina, vista por su nieto
Tal vez el perfil más ajustado de la monarca lo haya dado su propio nieto, el príncipe Enrique de Inglaterra, en una ocasión: «la veo más como a la reina que como a mi abuela, con el profundo respeto que sientes por tu jefa, y a ella siempre la veo como a mi jefa».
Y es que Isabel II, que nunca concedió una entrevista pese a ser la millonaria más célebre de las revistas, fue más un paradigma de lo que debe ser una soberana, monarca de monarcas, que un ser humano de carne y hueso.
Reina de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, jefa de Estado de otros quince países de la Commonwealth, esta valiente mujer lidiará con el «brexit» como ha hecho con otras situaciones complicadas para este país, trasmitiendo siempre ese halo imperial del Reino Unido.
A la reina también le afectó la vida privada
También salió indemne de momentos muy difíciles en su vida, como los divorcios de todos sus hijos o la crisis derivada de la muerte de Diana de Gales, logrando devolver a la Corona el amplio apoyo del que disfruta actualmente.
Una estabilidad de la que gozó asimismo su relación con Felipe de Mountbatten, duque de Edimburgo, a quien calificó como su «fuerza» y «apoyo» durante toda la vida, unos sentimientos que cobran más fuerza al verlos envejecer juntos tras casi 70 años de matrimonio.
Dispuesta a no abdicar hasta su último suspiro, esta reina «bate-récords» realizó más de 265 viajes, contestó millones de cartas y correos electrónicos -y eso que cuando ella nació la televisión estaba en pruebas- y envió más de 10.000 telegramas de felicitación a los ciudadanos de la Commonwealth que cumplieron 100 años.
Junto con su esposo, tuvo cuatro hijos -el «eterno heredero» Carlos, Ana, Andrés y Eduardo-, ocho nietos y cinco bisnietos sobre los que, de algún modo, recaerá el futuro de la monarquía británica.
La cuestión es si su hijo Carlos, dado a opinar de casi todo y más conocido por su vida sentimental que por otras virtudes, o su nieto, el príncipe Guillermo, segundo en línea de sucesión, podrán seguir las huellas de quien ha dejado el listón tan alto.
Se dice que en esta vida nada es eterno, ni siquiera una institución con más de mil años de historia, pero es seguro que la imagen de esta reina -símbolo inquebrantable del espíritu británico- vivirá para siempre.