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  • Por: Manuel Hernández Villeta
  • domingo 09 octubre, 2022

A Pleno Sol Brasil y sus divisiones

La degradación  de la política, al convertirse  en una feria de oportunidades, permite el renacer de las derechas en América Latina. Hoy la nueva izquierda toma la misma prédica del paternalismo  y la dádiva, que era y es la punta de lanza de los sectores tradicionales.

Se va dejando a un lado la lucha  por la redención, para caer en mejoras mínimas para los desarrapados, sin lesionar los intereses de las capas gobernantes. Una derecha latinoamericana que solo alcanzaba el poder por el golpe de Estado, hoy puede ganar elecciones.

Las izquierdas que llegan al gobierno también sufren la frustración de que no pueden hacer cambios trascendentales. Ganan por votos y son parte del sistema. Una cosa es lo teórico y otra la práctica. Un partido de nuevo cuño solo va a administrar la crisis con  nombres y  caras en estreno.

El caso de Brasil nos debe mover a profundas reflexiones. Lula mantiene una firme delantera, pero no puede ganar en primera ronda a un gobierno desacreditado, incapaz de dar soluciones mínimas a la situación económica y social, y que tratando de respirar, se subordina a los Estados Unidos, pero coquetea con China y Rusia.

Los aires triunfalistas de Lula chocaron con un cansado  Partido de los Trabajadores que fue incapaz de defender el gobierno de Dilma Roseau, y de evitar la injusta prisión de Lula. Desde hace tiempo anda con muletas y su otrora fortaleza hoy no es capaz de noquear a la derecha.

Los militares tienen una gran fuerza en Brasil, muchas veces narigonean a los presidentes. Lula supo gobernar con ellos, por lo que llega un amigo y no un enemigo. Sin embargo, el mensaje de Lula debe ser hoy en base a realidades de este momento, y no en buscar las viejas glorias del sindicato metalúrgico.

Las señeras ideologías llegaron a su fin. Surgen nuevas formas de pensamiento, donde las reivindicaciones sociales no ocupan la principalía. Lamentablemente, se impone en el mundo de hoy la vieja cartilla del paternalismo, comprar los votos, y cambiar dádivas por adherencias.

En Brasil, más que un país dividido entre Lula y Bolsonaro, lo que hay es el acallado clamor popular de que se mejoren las condiciones de vida, que se ponga fin a la discriminación económica y social, que se repartan las riquezas equitativamente, y que el bienestar sea disfrutado por todos y no unos pocos. Lula ganará la segunda vuelta y será presidente, pero sin tener bajo el brazo  la bandera del cambio social. ¡Ay!, se me acabó al tinta.

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