Haití está en un callejón sin salida. Sin ejército, sin instituciones cívicas, padeciendo el horror de la barbarie, sin principios y alternativas democráticas. Solo en medio de la nada, buscando una migración masiva ilegal hacia la República Dominicana.
Haití es un país neo-nato donde las Naciones Unidas, vía su secretario general, ya plantea una intervención militar de los Cascos Azules. Para ese operativo se necesita el apoyo militar y económico de las grandes potencias. Tiene favorable el apoyo de los Estados Unidos, Francia, Canadá, y otros.
Pero de seguro que con la guerra de Ucrania al rojo vivo ni China, Ni Rusia, estarán a favor de crear una gran fuerza expedicionaria hacia Haití. En el Consejo de Seguridad el solo veto de uno de los miembros, echa por el suelo una medida.
Los Estados Unidos, en este preciso momento, con el campo bélico ucraniano sobre su costilla y el futuro de las venideras elecciones presidenciales, es difícil, por no decir imposible, que pueda formalizar una intervención militar unilateral. En el mejor de los casos, podría proporcionar logística, armas y recursos económicos a través de la ONU.
En cuanto a la OEA habría que ver que poder de convocatoria puede tener para tratar de revivir una Fuerza Interamericana de Paz, que se encuentra de licencia desde la intervención norteamericana de 1965. La OEA carece de fuerzas morales para dar legitimidad a una expedición militar de cualquier país.
¿Qué irían a buscar los Cascos Azules a Haití?. No se puede olvidar que fueron esas fuerzas las que desmantelaron el ejército, y de acuerdo a informes desde el mismo Haití, se les culpó de responsabilidad en la propagación del terrible cólera.
Los Cascos Azules fueron acusados de cometer actos de violencia, y atropellos a la dignidad humana, además, de acuerdo con las denuncias, la comisión de actos de violencia sexual contra mujeres y niños haitianos. ¿Para qué una nueva intervención si en la primera lo desmantelaron todo, y abrieron puertas al caos actual.
Haití tiene que resolver sus problemas a lo interno. Si allí no hay demócratas y hombres y mujeres que luchen por su libertad y tranquilidad, que se les abran las puertas del infierno. Si no hay capacidad de su liderazgo político y social de hacer florecer la democracia y acabar con la anarquía, que descansen en paz.
El problema haitiano no es de los dominicanos. La República Dominicana bajo ninguna circunstancia puede tomar parte en la crisis haitiana, ni apoyar una intervención militar. Si tiene todo el derecho de poner fin a la migración ilegal y sacar del territorio nacional a los que violen nuestras leyes.
Los dominicanos hemos sido intervenidos en dos ocasiones por los Estados Unidos. En la primera surgió el gobierno tiránico de Trujillo, y en la segunda, la dictadura ilustrada de los doce años de Joaquín Balaguer. Somos contrarios de las injerencias, pero Haití tiene que ser dueño de su destino y solo a los haitianos les toca aceptar o rechazar la intervención extranjera armada. ¡Ay!, se me acabó la tinta.