José Rafael Sosa
Acudimos a Sala Ravelo como muchas otras veces: sin saber a qué íbamos, solo guiados por una convocatoria elegantísima y premiada de buen gusto y el atractivo indescriptible del llamado a escenario.
Tras un curioso manejo de asientos, torpemente seleccionados para la prensa por protocolo de las famosas RR. PP, superamos la molestia, apelamos a la humildad y comprensión y el respeto que merecen los artistas sobre y fuera de escena: Carmen Morel (actriz), Manuel Chapuseaux (director); Canek Denis (director técnico) y Priscilla Velásquez Rivera (narradora premiada, autora del monólogo anunciado: Gorgona: la abuela del escorpión.
La sorpresa se había dado desde el curso de los primeros minutos del montaje, en torno al cual se tejerán tres factores que no podrían dar otra nota que la calificación de cierre en alto del 2022 teatral dominicano.
Son esos factores de éxito: un exquisito, disfrutable texto, bien ganado en imaginación basada en la historia patria y uno de sus personajes más abominables, con el talento de un hombre inscrito en la dirección de la inteligencia y la sensibilidad y una actriz llegaba para sorprender con uno de los actorales unipersonales que deben ser registrados entre lo mejor visto en 2022 y uno de aquellos que se perpetúan en la mente emotiva tras el paso del tiempo.
Los nombres de los responsables de lo vivido: Priscila Velázquez Rivera, narradora, tan buena como para haber ganado un premio en España con su primera novela, La valiente piconera (Accecit novel XVIII de Concurso Narrativa Femenina Princesa Giliana y finalista en el Premio de Narrativa Camilo José Cela, 2018, de Guadalajara, ambos en España). La representación en Sala Ravelo, estaba basada en el capítulo Gorgona: la abuela del escorpión", de la novela La cuna del escorpión, ganadora del Premio Anual de Novela, del Ministerio de Cultura 2021, un texto, cuidado frase a frase, imaginación y paralelismos históricos coyunturales, se ocupará de seducir la platea. La página web de la autora.
El segundo de los factores es la dirección: un Manuel Chapuseaux con la oportunidad en el tipo de montajes que realmente lo dejan sentir creador de sensaciones y universos. Es el Chapuseaux que encuentra en un texto dado, el universo para dejar su marca como. Es trabajar ahora para la inmortalidad artística, para llenar las imaginadas fichas de los historiadores teatrales de futuro.
El tercer factor la actuación, a cargo de una joven actriz: Clara Morel, graduada de teatro y comunicación (Escuela Nacional de Arte Dramático de Santo Domingo y Diplomado en Gestión Cultural en el Centro de Tecnología del Espectáculo.
de Madrid, Escuela de Comunicación Social de la UASD y posgrado en del Instituto Internacional de Periodismo José Martí de La Habana).
Clara Morel se inscribe en firme, y al parecer sin que nadie lo promoviera, en el universo de las mejores intérpretes dominicanas del teatro, sustentada en un texto memorable e imaginativo, contando con un director que nadaba en sus aguas escénicas originales y una plataforma técnica elaborada con criterio profesional y amor.
¿Qué ocurre con esa actuación?
Acontece que este texto subyuga y somete artísticamente al público para viajar por paisajes y realidades dibujadas con la precisión aguda de un estilete, el de Priscila, el manejado para la expresividad que le imprime Chapuseaux y consagrada por un recital histriónico de Moral que ahora solo deja lo que es imposible de olvidar: una actuación de ensueño. Desdoblada en voz y expresión corporal en ocho ocasiones cada vez, (ahí paramos de contar) Morel otorga nueva dimensión a personajes que vuelven del pasado o que los creó desde el blanco y negro, Velázquez Rivera.
Estos afanes para vivir el teatro, llevan a la pregunta irresuelta: ¿Cuál es la mejor actriz dominicana? Imposible responder con un nombre, o con dos, o con tres.
Lo que logra Clara Morel, la inscribe en un privilegiado círculo de actrices que con mayor intensidad nos han ofrecido actuaciones que permanecen en la memoria: María Castillo (Teatro Mandrágora), Elvira Taveras (sobre todo con su Lorquiana insuperable), Karina Noble, Cecilia García, Judith Rodríguez, Ruth Emeterio, Olga Bucarelly, Naslha Bogaert, Xiomara Rodríguez y Lidia Ariza. Hay otras, cierto, pero para estos fines referenciales, así está bien.
Morel desarrolla una capacidad de acompañarla por el recorrido en el pasado, y establece en cada gesto y cada palabra, en tono grave, o agudo, o gutural, o en el expresivo del cuerpo enlazado con elementos de utilería muy simple que logran hacer ver animado desde lo inanimado. Fue un concierto actoral producto de un trabajo medido, calculado y concebido para su trascendencia.
La escena principal no es el desnudo artístico completo y frontal que desarrolla el director, (uno de los seis que hemos visto en Sala Ravelo y sin dudas uno de los mejores), ejecutado por Morel con un refinado gusto y cuidado visual, sino el parto y la forma de cerrar temáticamente el círculo de los hechos narrados.
Esta pieza quedará en el recuerdo. Y en las listas de nominación de todo premio en el cual haya teatro por reconocer. Y debería ganar.
Lastimeramente, el monólogo era una presentación única, para poner a circular la edición personal de la autora de la novela ganadora del lauro en 2021.