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  • Por: Máximo Sánchez
  • lunes 20 febrero, 2023

Otra vez, hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la Patria, pero, no pasarán

El 30 de noviembre de 1821, José Núñez de Cáceres y sus hombres apresaron al brigadier Pascual Real, gobernador colonial y representante de la Corona Española. Al día siguiente, el 1ro. de diciembre es proclamado el Estado Independiente del Haití Español; Núñez de Cáceres temía y esperaba las represalias del imperio que acababa de desafiar, pero en su lugar le llegó la traición de los sectores internos que discrepaban de su decisión.

De inmediato, en Santiago de los Caballeros la Junta Central Provisoria rechazó los actos de José Núñez de Cáceres y pidió la intervención del gobierno haitiano, encabezado por el Gral. Boyer. Núñez de Cáceres trató de conseguir ayuda de los independentistas sudamericanos encabezados por el Libertador Simón Bolívar, pero le fue imposible; y es así como el 9 de febrero de 1822, dos meses y días después de la proclama de Núñez de Cáceres, el presidente haitiano Jean Pierre Boyer, cruza la frontera al mando de un ejército de 12,000 soldados y ocupa la parte este de la isla española.

El ejército con el que Boyer cruzó la frontera, fue el mismo ejército que, menos de dos décadas atrás venció a las fuerzas napoleónicas que habían acompañado al cuñado de Napoleón Bonaparte, Charles Leclerc, quién finalmente murió de fiebre amarilla antes de cumplir el objetivo militar que se le había encomendado, recobrar el territorio haitiano para Francia.

Esas fuerzas haitianas, iniciaron su levantamiento para salir del yugo francés el 22 de agosto de 1791; todo ese tiempo de guerra acumulado durante las luchas de su independencia, le avalaba para creerse invencibles en el campo de batalla.

Pero, el 27 de febrero de 1844, un grupo de dominicanos organizados en una sociedad secreta llamada la Trinitaria, disparó un simbólico trabucazo en el hoy baluarte de la Patria dominicana y proclamó el nacimiento de la República Dominicana. De nada valieron la experiencia y las numerosas fuerzas de combate del Estado haitiano; sus huestes de masacre y degüello fueron defenestradas en los enfrentamientos con las fuerzas mal armadas y sin experiencia del lado dominicano.

Los dominicanos escribieron sus páginas de gloria y determinación en todos y cada uno de los campos de batalla; por eso existe un Himno Nacional que canta en una de sus estrofas: “Las Carreras y Beler, campos fueron que cubiertos de gloria se ven”. Los abusos, los incendios de ciudades, y el degüello en masa de sus habitantes, no pudieron frenar el fulgor de la naciente república.

Para que nadie dudara de la determinación de los dominicanos de ser libres o morir, un dominicano de nombre Pedro Santana, a la sazón general y presidente de la República, que logró imponerse en el cargo en las refriegas internas por el poder, llamó a anexionar el territorio a la Corona española como provincia de ultramar; eso sucedió el 18 de marzo de 1861; Santana uno de los hijos de la República Dominicana qué había ayudado a su independencia, la entregó como un deleznado mercader.

Y casi de inmediato, comienzan las tareas de los verdaderos dominicanos para dar al traste con esta traición; sería el 16 de agosto del 1863, luego de crear una Junta Gubernativa en Santiago de los Caballeros, cuando en el cerro de Capotillo en la provincia de Dajabón se izó con determinación y orgullo la enseña tricolor, y una vez más vibraba en el corazón de los dominicanos el llamado de la Patria.

La guerra que comenzó en ese otoño, se extendería hasta el año 1865; España le dio tanta importancia a la insurrección en la isla de Santo Domingo que, en 1863 desplazó al Gral. José de la Gándara a dirigir las operaciones militares en contra de los insurrectos dominicanos; ese general era el gobernador de la provincia de Santiago de Cuba en ese momento, y la isla de Cuba era el territorio de ultramar más productivo de la Corona española en América.

Al Gral. la Gándara le tocaría la infausta tarea de rendir las tropas españolas y evacuarlas derrotadas de la isla de Santo Domingo. Un dato que no se debe disimular en esta narración, es que, en esas tropas derrotadas había un soldado de origen dominicano que respondía al nombre de Máximo Gómez y que, esa guerra de restauración de la independencia dominicana, le proveyó la experiencia de la lucha irregular contra un ejército organizado y convencional; aprendió de sus derrotas.

La lucha restauradora fue larga y desgarradora, contra un ejército organizado y de mucha experiencia; en el curso de las contiendas sangrientas, ambas fuerzas experimentaron el desaliento en algunos momentos; ese fue el motivo que llevó a Gaspar Polanco a fusilar al presidente José Antonio (Pepillo) Salcedo, quién vaciló en la lucha y tuvo la intención de negociar una tregua de paz con el Gral. la Gándara.

Ante el desgaste sufrido por las tropas españolas, la Corona se vio obligada a buscar una solución a esa guerra costosa para ellos y tan lejos de sus territorios; y así, el 3 de marzo de 1865 la reina Isabel ll firmó la anulación de la anexión, y el 15 de julio siguiente, las tropas españolas abandonaron el territorio dominicano.

¡Volvió a resplandecer la gloria rebelde del pueblo dominicano, hacedor solitario de su historia!

Y hoy, en febrero del 2023, cuando faltan solo días para el aniversario del nacimiento de la República, se hace necesario rememorar este pensamiento del padre de la patria, Juan Pablo Duarte: ¡Nunca me fue tan necesario tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria!

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