El pasado 27 de febrero, el presidente dominicano Luis Abinader, en vez de cumplir con un mandato constitucional para informar sobre las ejecutorias del gobierno, y de cómo había empleado los fondos aportados por los contribuyentes, decidió montar un drama de mal gusto ante la Asamblea Nacional y las cámaras de televisión de los medios informativos; a la actuación de Abinader le presidió el desaguisado de mal gusto del Presidente del Senado, sin dudas un hombre desconocedor de la dignidad de su posición.
Pero está bien, si hay un consenso entre los consejeros y armadores de la campaña de relección de Abinader, de que no importa burlarse de sus interlocutores y de la ciudadanía atropellando las normas constitucionales, por lo menos debieron ser inteligentes al acomodar los datos que él tocaría en ese discurso maratónico y reeleccionista.
Desdeñar la inteligencia popular, comparando los precios de los productos de primera necesidad de 12 años atrás con los de hoy, es una falta de tacto y juicio político imperdonable; sólo, pensemos en los niveles de devaluación monetaria que han acompañado la moneda dominicana en esos doce años; en el Listín Diario, en su sección Economía y Negocios del 20 diciembre del 2011 se refleja que con todo y una devaluación de 2.8% durante ese año, la moneda dominicana se mantenía estable en unos RD $38.59 por dólar.
¿Le calcularon al Presidente, cual es la pérdida de poder adquisitivo que acompaña a una devaluación monetaria de más de 16.50 pesos por dólar, pues el dólar hoy se paga a 55 y 56 pesos dominicanos por uno? No creemos que pensaran en esto, porque quienes aconsejan a este presidente, nos creen muy brutos. Pero, además todos sabemos que las experiencias no desaparecen tan fácil de la memoria de los seres humanos. ¿Era diferente la masa de consumidores del 2011, de los dominicanos consumidores de la canasta básica ahora en el 2023?
No, no son diferentes, solo 12 años mayores, y la mayoría de ellos excluidos de los medios de producción, viviendo de pequeñas pensiones y de recursos que les llegan de familiares desde el exterior. Esos dominicanos recuerdan los precios del 2011, recuerdan que, con dos mil pesos dominicanos iban al supermercado y se llevaban la compra de una quincena, recuerdan que, con esas mercancías, no tenían la necesidad de menudear mucho en los colmados del barrio.
Al Presidente no le informaron sus asesores que, hacía solo semanas que el gobierno de Guatemala había decidido exigir visa a los dominicanos que quisieran entrar en su territorio, porque el éxodo de criollos hacia el extranjero tomó el territorio guatemalteco como punto de partida hacia el territorio norteamericano. Si el presidente Abinader hubiera pensado en la cantidad de personas que quieren abandonar el país, porque sus condiciones materiales de existencia han empeorado en su gobierno, no habría aburrido al pueblo con el paisaje idílico que pinto en su discurso.
Los dominicanos huyen por Centroamérica hacia el norte, han vuelto a ser náufragos del Caribe, arriesgándose por el canal de La Mona, porque llegar a Puerto Rico les da la posibilidad de emprender viaje a territorio norteamericano. ¿Es que acaso, le temen los dominicanos al paraíso de Luis Abinader?
Según el Presidente la inseguridad ha disminuido, y lo que ha aumentado son los crímenes individuales. Y el pueblo se pregunta, ¿con que se come eso? Porque en Santiago de los Caballeros han muerto 6 abogados en los últimos 15 meses de manera violenta; esto para poner de ejemplo solo una de nuestras principales ciudades; ¡Presidente, mire usted cómo va la cosa! los dominicanos mueren por violencia en loca caravana, en orden de una sola profesión en una misma región.
Luis Abinader ha convocado a las fuerzas políticas, para buscar un consenso en el tratamiento a la crisis haitiana; ¿Cuál es la agenda de ese consenso Presidente? ¿Ya usted removió de sus cargos, los 5 ministros y embajadores que hacen causa común con los sectores extranjeros que quieren una solución dominicana al problema haitiano?
Si los partidos de oposición se integran en un diálogo con el gobierno, sin que éste ponga la casa en orden para defender, como es su deber la soberanía de La Nación, caerán en el juego del gobierno de querer sacar el tema de la agenda de importancia que le ha dado la población, cuando vio el descaro de querer pasarle un proyecto de tratas e inmigrantes para enajenar el territorio dominicano, llenando el país de inmigrantes con derechos concedidos por las leyes dominicanas.
En este sentido, Luis Abinader es un presidente empantanado, entre sus acuerdos de aposentos con sectores externos al interés nacional, y el deber de cumplimiento de gendarme de la soberanía y la nacionalidad en que se le designó el 5 de julio del 2020.