El país dominicano se asemeja, al joven que entre sus 15 y sus 25 años disfrutó un desarrollo normal, con buena alimentación y mucho entrenamiento deportivo, reflejando a sus 5 lustros un amplio desarrollo físico, muy distante de aquellos 15 años de la adolescencia; pero que, a los padres, educadores o tutores del joven se les olvidó comprarle ropas adecuadas a su edad y lo siguen vistiendo con sus prendas de la pubertad.
Decimos esto, porque el parque vehicular dominicano hoy, en todas las ciudades es mayor de 5 veces lo que pueden manejar sus principales calles y avenidas; las edificaciones públicas y privadas son imponentes, respecto a las de décadas anteriores, pero como dijimos, las facilidades para la vida cotidiana en sus entornos, son las mismas del pasado.
El tránsito en las ciudades dominicanas es el mayor caos que un ser humano puede imaginar; quienes usamos las vías de nuestro país, tenemos que andar con un gran sentido de imaginación, para prevenir accidentes de tránsito y para buscar soluciones y salir de los entaponamientos diarios de las ciudades.
La coordinación del desarrollo municipal, entre el gobierno central y los gobiernos locales, ha sido inexistente. Los gobiernos centrales, ejecutan obras sin coordinar con los cabildos sus necesidades y mucho menos el mantenimiento de estas obras; a menos que exista un fin político electoral, nunca hemos visto al gobierno central dejando a cargo a una alcaldía de una obra ejecutada por el Poder Ejecutivo.
Es por esta razón que cuando se realiza una obra, para resolver un problema de congestionamiento vial, el problema se muda hacia la solución; eso es lo que está sucediendo en parte de la circunvalación, recién abierta al tránsito en Azua de Compostela; los negocios y venduteros que estaban en las inmediaciones de la carretera Sánchez, por los lados del hospital Taiwán, se están mudando al área de Sabana Yegua, para repetir allí el caos que era cruzar por el centro de la ciudad de Azua.
El reglamento vial que prohíbe las construcciones privadas y el desarrollo de negocios a distancias predeterminadas de las vías y carreteras, nunca es observado por nadie; la gente construye sin permisos, según sus necesidades individuales; y las calles, carreteras, y autovías que deberían facilitar la vida de millones de ciudadanos, vienen a ser, el lugar comercial de beneficio de un favorecido político de la autoridad de turno.
Los nombres de las autoridades encargadas de reglamentar el tránsito vehicular, van cambiando según se suceden administraciones públicas o partidos en el poder. Nadie quiere recordar que el AMET fue creado por el Ing. Hamlet Alberto Germán Pérez, y que fue una institución respetable y respetada en sus inicios; que impuso orden en las calles de la capital dominicana mientras se dirigió con la mística con la que nació, pero esto, en tiempos de zafra no debemos recordarlo. ¡La consigna es “no mirar hacia atrás”!