El fenómeno migratorio es tan viejo como el origen de la existencia humana; los seres humanos siempre han emigrado de los lugares más deprimidos y con menos condiciones para la subsistencia de la vida, hacia las regiones más productivas y con mejores condiciones para ellos.
Solo en casos extremos, cuando los humanos se han visto amenazados por la extinción, se han refugiado en sitios agrestes, de temperaturas extremas y de grandes limitaciones, ejemplo: los aborígenes de Norteamérica, cuando se vieron perseguidos por los colonizadores y luego por el nuevo orden de los países del norte, se refugiaron en zonas desérticas, con pocas ventajas naturales y con tendencia a nevadas muy prolongadas durante gran parte del año.
Desde Europa salieron, algunos siglos atrás las expediciones que descubrieron nuevos mundos, y trazaron rutas para las navegaciones futuras que condujeron a la conquista imperial de lo nuevo descubierto, y lo viejo conocido, pero difícilmente alcanzable por las vías terrestres.
Los imperios europeos en los años finales del siglo XV, no eran imperios tan económicamente poderosos como los actuales; Gran Bretaña, Francia, España y Portugal concentraban el poderío europeo, y muy pronto, a mediados del siglo XVl, sus fuerzas imperiales se hicieron sentir en los océanos y en el continente americano recién descubierto.
Las luchas imperiales se trasladaron a sus nuevas fronteras; y en el fragor de las guerras por la conquista de las nuevas posesiones estuvo presente la inquina de los viejos imperios; al final, el reparto se realizó, siendo el más fuerte el mayor beneficiado.
Con la conquista, los conquistadores trasladaron su cultura a los territorios dominados; impusieron costumbres, religión, idiomas, educación y diferentes modalidades de trabajo; así fue como los aborígenes que antes creían en muchos dioses, luego aparecieron con un crucifijo atado al cuello y con nombres que, en vez de identificarlos como de raíz latina, se decía, es un nombre de cristiano.
Esas migraciones auspiciadas por los imperios, en busca de más poder y más riqueza, precedió a una que se daría más tarde en sentido contrario; si los conquistadores vinieron con sus ojos puestos en las riquezas del continente del oeste, luego de agotada la conquista y agotadas las riquezas, se produjo un flujo migratorio hacia las metrópolis de los imperios; en este caso emigraban o volvían, quienes no habían hecho fortuna, ni sentado raíces en las nuevas tierras, pero también comenzó el trasvase de los súbditos asimilados por las coronas.
Este último éxodo se ha mantenido hasta nuestros días; y fue facilitado por la transferencia de las culturas imperiales a los territorios y pueblos sometidos; nos referimos a los pueblos que lograron sobrevivir al choque de civilizaciones. A las personas, en cualquier parte del mundo, se les hace más fácil emigrar hacia donde existe una lengua similar a la suya, que hacía un país con un idioma desconocido.
Ese trasvase de seres humanos que, no solo se ha dado desde América hacia el viejo continente, sino que se dio, desde todos los territorios colonizados por los europeos en todos rincones de la tierra donde estuvieron, desde Filipinas, India, China y en casi todo el territorio africano, ese trasvase le está provocando problemas sociales muy serios a países como Francia, Gran Bretaña y España.
En Francia y España se vierte el principal flujo migratorio africano, y el Reino Unido recibe a los desarraigados de Paquistán, India y los países árabes. En los últimos tres lustros, los franceses han cosechado tres grandes pobladas en sus ciudades principales; con desórdenes y pérdidas humanas y económicas considerables, todas estas protestas son protagonizadas por inmigrantes que han devenido a ser ciudadanos franceses en segunda y tercera generación.
En España, los españoles tienen el grito en el cielo, por la influencia de la mano de obra barata de los emigrantes africanos, principalmente de los marroquíes; a esto se suma, las costumbres que los españoles rechazan y un incremento de la delincuencia en todos los órdenes.
Inglaterra, ha pasado de los problemas sociales y económicos provocados por la migración foránea, a cosechar el resultado político de su influencia; hoy tienen un primer ministro, de origen indio, de padres indios nacidos en los protectorados ingleses africanos de Kenia y Tanzania.
Rishi Sunak, primer ministro británico, no será la última figura en ascender a un puesto de principalía en el nuevo orden europeo que está frente al umbral de la puerta.