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“Tengo como un shock; como que no lo creo”; la explosión que ha dejado a muchos sin palabras, con las manos en la cabeza y llorando a los que ya no volverán

Con una cifra total de fallecidos y un levantamiento de daños materiales pendiente, sigue siendo un misterio la causa del siniestro y, los propietarios de las empresas involucradas, que en alta voz se dice estaban oficialmente clausuradas, continúan en la incógnita.

República Dominicana.-“Eso fue un corredero, manita”, es lo que apenas pueden decir algunos para describir el estruendo que envuelto en llamas y humareda, se propagó por el centro de San Cristóbal, la tarde del lunes.

Desde entonces, caos, desesperación y angustia son el común en la provincia, donde no cesan las lágrimas por la muerte de varios de sus hijos, por una explosión que todavía no tiene culpables.

Los daños reportados hasta el momento ofrecen una panorámica sobre la magnitud de la tragedia, que conmovió al más humilde de los mortales, obligando inclusive al presidente de la República a un cambio radical en su agenda y concentrarse en la zona de desastre.

En medio de las noticias que pudieran considerarse alentadoras, la tristeza se refleja en el rostro de cada uno de los que en la tragedia ocurrida la tarde del lunes, perdió algún familiar, vecino o conocido, e incluso en los de aquellos, que sin haber perdido a nadie, comparten dolor con sus compueblanos.

“Tengo como un shok, como que no lo creo (…) mira el episodio”, es lo que reiteradas veces pudo decir Félix Mejía. “Yo no sé ni qué decirles, porque mira como está frente a mi casa. Yo me siento mal”, manifestaba el joven, que vive la fatalidad de sus vecinos, que perdieron casas, vehículos y, lo que es peor, perdieron la vida.

“Te estoy diciendo, más de 20 vecinos perdieron la vida; personas que venían, te saludaban y te pedían agua. Eso se me ha quedado en la mente”, lamenta Félix, quien al igual que otros vecinos “estamos vivos porque ese furgón que está ahí aguantó la explosión y por eso no fuimos tan afectados, pero el caliente se sentía”.

Su casa ha sido saqueada. “Había un dinero ahí que lo teníamos ahorrado para comprar una mejora y así se ha perdido todo. La televisión se la llevaron, aunque no servía mucho. Todas las ventanas de mi casa están rotas…”.

Aquel lunes 14 de agosto del 2023 quedará marcado en la memoria de los Sancristobalences, cómo el día en que el caos trastornó la cotidianidad de la denominada Cuna de la Constitución, llenando de luto a toda una provincia y conmocionando a un país completo.

Mientras algunos, como los familiares de Jorgelina Ravelo Encarnación, velan a sus muertos, otros esperan que a través de una prueba de ADN sean identificados los suyos.

Desde el lunes, San Cristóbal no duerme. Los organismos de socorro no han descansado en una desalentadora jornada de búsqueda y, asistiendo a los sobrevivientes de la tragedia, que tampoco “hemos pegado un ojo”.

Jorge De Los Santos es una de las “muchas personas que no han podido dormir todavía; eso es trabajando día y noche”.

Entre el personal de la Defensa Civil, organismo al que pertenece Jorge De Los Santos, se rotan por día y por noche, para retomar con la misma vocación de servicio la difícil tarea, entre escombros, llamas, e inclusive, chocando con restos humanos.

“La mayoría de los que estamos aquí, lo hacemos de corazón, no porque las personas nos den dinero, no. Estamos aquí haciendo una labor de corazón”.

Testigos narran el momento del siniestro como lo peor que hayan sentido en su vida, conscientes de que jamás podrán borrar de su mente la devastadora explosión.

"Eso fue un corredero, manita. Yo estaba orando a esa hora y me levanté, porque allá en mi casa es de zinc y el impacto rompió un pedazo, pero gracias a Dios no nos afectó a nosotros”. Fue lo poco que pudo contar, todavía compungido, Andrés Sánchez, de la explosión que el primer día de la semana laboral, estremeció a  San Cristóbal, afectando directamente a muchos de sus vecinos.

El ruido de las máquinas que remueven escombros y derriban edificaciones agrietadas, se confunde con el bullicio de los que, pese a que las autoridades aseguran no tener reportes de desaparecidos, mantienen la esperanza de que bajo los escombros todavía hay víctimas.

Mientras unos apelan a lo último que se pierde, la funesta cinta amarilla limita la entrada a la zona de desastre que muchos comparan con un campo de guerra.

En medio de la tragedia, ciudadanos alientan con la Sagrada Palabra a los socorristas, mientras las ayudas de los solidarios no paran de llegar.

Rosa Mosquea, voluntaria a través de una fundación que trabaja para el cuidado de niñas adolescentes, se trasladó junto a compañeros desde Santo Domingo, “porque realmente son héroes que están aquí arriesgando sus vidas para salvar las de otros".

Rosa y Olga, junto a otros miembros de la fundación, llevaron desde agua fría y otras bebidas, hasta galletas, sándwich “y otras cosas para que ellos se puedan sustentar en el momento en que estén trabajando”. Todo esto, “que en algo ayuda” fue recolectado en una jornada que iniciaron el martes en horas de la tarde, para ayudar a los brigadistas.

Con una cifra total de fallecidos y un levantamiento de daños materiales pendiente, sigue siendo un misterio la causa del siniestro y, los propietarios de las empresas involucradas, que en alta voz se dice estaban oficialmente clausuradas, continúan en la incógnita.

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