La Gran Depresión doblegó a los Estados Unidos a caer en la miseria extrema, pero su tabla de salvación fue la Segunda Guerra Mundial, donde pasó a ser la primera potencia del mundo, rivalizando con la Unión Soviética.
La depresión fue una pesadilla, que se esfumó con las victorias y el avance económico y tecnológico de la Segunda Guerra Mundial, pero el gran sueño norteamericano todavía está pendiente.
La Guerra de Corea comienza a dejar detrás los honores y los reconocimientos a los caídos en combate y el pueblo se comienza cuestionar y protestar cuando los soldados llegan en fundas y con honores de héroes desconocidos y sin gloria.
Dwight Eisenhower, el gran triunfador de la guerra contra Adolfo Hitler, ya era una pieza de museo en el año 1961. Imposibilitado de seguir en el poder, trató de impulsar la candidatura de su vicepresidente Richard Nixon. La llegada de la televisión como masificadora de masas, cambió la correlación de fuerzas.
La luz de la esperanza emerge para la juventud norteamericana, y para las minorías étnicas, con el surgimiento de John F. Kennedy como el nuevo presidente norteamericano. Era época de cambios y de lo que ahora se llama la década perdida.
Las luchas por la liberación del colonialismo de África; Francia estremecida por la Matanza de París, dentro de la sangre derramada por la libertad de Argelia; Fidel Castro triunfa en Cuba, proclamando el territorio libre de América y Rafael L. Trujillo cae bajo una lluvia de balas.
La rivalidad entre Kennedy y el soviético Niquita Jkruschov lanzó al mundo a un enfrentamiento que por cuestión de segundos no terminó en una Tercera Guerra Mundial. Las coyunturas del sistema le echaron agua a la llama del sueño norteamericano con una secuela de asesinatos políticos al máximo nivel.
John fue asesinado en Dallas; su hermano Robert, poco después mordió el plomo cuando ganaba la convención del Partido Demócrata para ser su candidato; Edward ahogado moralmente por el incidente de Chappaquidick, y Robert Kennedy Jr. con un accidente de aviación, que cortó el relevo. Matin Luther King se quedó en su sueño eterno, golpeado por el gatillo de un asesino despiadado.
Kennedy, John, imprimió un rostro nuevo a la presidencia norteamericana, dejando atrás la era de Eisenhower, un hombre nacido en la revuelta Texas, de fines del siglo 19.
Ayer y hoy, los norteamericanos no tienen amigos, ni enemigos, sino compañeros de viajes circunstanciales. En un nuevo aniversario del asesinato del presidente Kennedy, ¿Cómo no hablar de conspiración cuando lo que muchos estiman el sueño norteamericano rueda en el lodo ensangrentado?. ! Ay!, se me acabó la tinta.