José Rafael Sosa
El café es la gran bebida aromática de la humanidad. El café es un lubricante y estimulante social que nos prepara para el nuevo día, que saca las más profundas palabras la boca de los sabios. Para millones de personas, sin café el mundo carecería de sentido, con todo y lo exagerada que parezca la expresión.
El café es una de las bendiciones que ha permitido sobrellevar mejor el gusto por la vida a las generaciones humanas.
Las cualidades del café exceden su papel de energizante del organismo. Poca gente tiene conciencia del rol de esta bebida, aun cuando se ha beneficiado, sin darse cuenta, de lo que aporta, que nos entona con la vida.
Para millones de personas, el café es la entrada al día, al trabajo, a la familia, al desapegarnos de la sábana caliente que nos sirvió de cobijo, como cada noche, a prepararnos para la jornada que espera manos y mente para su desarrollo.
El café ha servido para acercar partes un conflicto, evitando desde tanto guerras entre naciones, como divorcios a nivel familiar, todo gracias a que, en el momento más álgido y delicado, uno de los protagonistas de la crisis, decidió decir la frase mágica: “Vamos a tomarnos un cafecito”.
En 2021/22, se consumieron a nivel mundial aproximadamente 170,5 millones de sacos de 60 kilogramos de café. Esta cantidad supuso un incremento de casi 5,5 millones con respecto al consumo global de esta bebida caliente registrado durante la temporada anterior.
Pero no se trata solo de su capacidad de llenar de energía a los cuerpos que, adormilados aún, proceden de la cama y se aprestan a enfrentar las agendas diarias.
El origen
El café tiene un claro origen africano, que gira sobre todo en torno, primero en Yemen, según versiones históricas, pero hay otras que ente en la provincia de Kaffa.
Lo que se sabe con más certeza es que los esclavos a los que se llevaba de lo que es hoy el Sudán a Yemen y Arabia a través del gran puerto de aquel entonces, Moca, sinónimo ahora con el café, comían la suculenta parte carnosa de la cereza del café.
De lo que no cabe duda es de que el café se cultivaba en el Yemen ya en el siglo XV y es probable que mucho antes también.
(1 Lo que se sabe con más certeza es que los esclavos a los que se llevaba de lo que es hoy el Sudán a Yemen y Arabia a través del gran puerto de aquel entonces, Moca, sinónimo ahora con el café, comían la suculenta parte carnosa de la cereza del café.
De lo que no cabe duda es de que el café se cultivaba en el Yemen ya en el siglo XV y es probable que mucho antes también.) Aunque de origen africano, esta exquisita infusión es una herencia cultural del poderoso imperio otomano.
Fueron los turcos quienes lo pasearon por Europa el café y son quienes crean los primeros quioscos dedicados a su venta recreativa.
Luego, gradualmente, el café se fue expandiendo por toda la sociedad occidental. El café, por medio de las cafeterías en Europa, se transformó en el elemento que fomentó el intercambio de ideas entre pensadores e intelectuales, escuchados por muchos ciudadanos. El café ha sido un factor de inspiración para las grandes revoluciones del mundo que han producido los avances de la humanidad en materia tecnológica y, sobre todo, de la validez de los derechos humanos.
Ese ambiente de intercambio del pensamiento que se gestó en las cafeterías, dio origen a movimientos sociales, como el marxismo, evidenciando que el café tuvo gran responsabilidad en las grandes transformaciones sociales.
Para el público común europeo común, pagar unos céntimos por un café y, a cambio, poder escuchar a los pensadores revolucionarios de su época, era un precio que se pagaba con gusto.
El café creció en su consumo al punto de llegar a ser una de las cuatro bebidas más consumidas del mundo: el agua, el alcohol y el té.
El colador de tela
En los países del norte de Europa, el colador de café de tela, incluyendo los más aislados como Islandia, fue el método de preferencia para obtener el café hasta bien entrado el siglo XX.
El colador de café se colocaba en una base de madera rectangular, armada de tres piezas: una argolla superior, para sostener el cuello del colador; un soporte lateral de aproximadamente doce pulgadas que unía la argolla superior con la base inferior, donde se colocaba la jarra con el colado.
En otras casas no tenían base de madera, sino que el colador del café se manejaba en el jarro o lata donde este se hervía. Filtro de tela o colador
Se cree el proceso de colar el café utilizando una media inició a finales de siglo XVIII. El colador se inventó a la caída del Imperio Romano de occidente, en Constantinopla, posteriormente pasa a Venecia, se extiende por Italia, desde donde se difunde a toda Europa y luego llega a América con los conquistadores.
Pero hay versiones que le atribuyen la invención del colador de tela a Japón. Luego de un tiempo, los filtros de franela con soportes metálicos empezaron a manufacturarse con el propósito exclusivo de colar café.
Aunque todavía muy en uso en muchas partes de América Latina, este método ha sido utilizado en todo el mundo consumidor de café.
En Alemania, estuvo en uso hasta la llegada del filtro de papel inventado por la alemana Melitta Bentz en 1908.
El proceso llevado a cabo es el siguiente: Una vez majado el grano en un pilón, se vierte el polvo triturado en el colador, generalmente hecho de algún retazo de tela, en muchos lugares, denominado como “media”.
Sin embargo, hasta el día de hoy, muchas personas alegan que el sabor del filtro de tela es inigualable. En Costa Rica (conocido como chorreador), sigue siendo el método preferido por muchos “puristas” del café. También. Hay referencias históricas que dicen que el colador de tela fue introducido en Chiapas, México, en el siglo XVII.
Se entiende que el molido ideal es de fino a medio, y el tiempo de infusión es de 3 a 4 minutos.
Este método tiene como dificultad cómo limpiar correctamente el colador, ya que los residuos se acumulan y pueden pasar al siguiente colado agregando amargura adicional.
Pese a la modernidad de los sistemas para colar el café, de los cuales se dispone actualmente, hay quienes sostienen que nada, absolutamente nada, ofrece un sabor tan penetrante y aromático como el que produce el colador de tela.
¿Cómo y por dónde entra a RD?
El café se comenzó a cultivar en República Dominicana en 1735 en la región sur, unas versiones creíbles, dicen que en Barahona y otras que fue en Bohechío, Sabaneta y El Cercado en el valle de San Juan, refiere el profesor universitario Rubén Moreta en artículo que publica en el medio digital Las calientes del sur.
A partir de esa fecha se extendió rápidamente a varias regiones del territorio nacional, constituyéndose en uno de los principales cultivos agrícolas del país.
El café inicialmente se tostaba y molía en un pilón en los hogares sanjuaneros y para consumo se elaboraba mediante una cocción entre ocho a quince minutos en un envase (jarro, lata, olla, etc.).
Posteriormente, se procedía a filtrar en un colador elaborado de tela medianamente gruesa, donde quedaba toda la inútil borra del café. A seguidas, se le echaba azúcar. “Otras personas lo azucaraban durante se hervía.
A partir de los años ochenta se introdujo a nuestro país, la cafetera italiana o cafetera moka, (conocida popularmente como “greca”, inventada por el ingeniero italiano Alfonso Bialetti, en 1931.
Para cuando creó su prototipo de cafetera para cocina, solo era posible tomar un expreso en las cafeterías italianas: se preparaba en grandes máquinas de café expreso.
Con la masificación del uso de la greca, el viejo colador de tela fue desapareciendo de la cultura sanjuanera, primero y en todo el país, después. Antes del colador, también casi ha desaparecido moler el café en el pilón.
La gente prefiere consumir el café industrializado, que evita el trabajoso empeño de molerlo a mano. Pero no tiene idea de lo que se pierde en términos de cuerpo de sabor, de tonalidades.
El proyecto ColaMo Café
Lo cierto es que el colador de tela de café es parte de la historia de la cultura cafetera y prácticamente su uso se ha extinguido.
Amaury Moreno, diseñador gráfico, creador de contenidos para medios web, es un espíritu inquieto en el cual radican con fuerza sus recuerdos del campo, incluyendo la forma en que su abuela preparaba el café con colador de tela, logrando sabores únicos al añadir malagueta, canela, vainilla, clavos de olor y hasta leche.
“En mi memoria gustativa, todavía experimento el sabor de aquel café inigualado por la tecnología de las grecas y de las máquinas texturizadoras de leche caliente. Nada como eso” dice.
Por esta razón, ha iniciado un emprendimiento para poner en valor las coladoras de tela, añadiéndole un énfasis artesanal al personalizarlas, con diseños, colores y dibujos.
Asegura que verdaderamente se cuela café, cuando se utiliza un paño, media o tela, como lo hacían nuestros abuelos.
ColaMo Café, un proyecto que busca preservar los orígenes de su elaboración, además de resaltar las propiedades nutritivas que en ocasiones se pierden por involucrar la tecnología en nuestra cocina y que utiliza madera reciclada para sus coladoras como forma de ser consecuente con el medio ambiente.
“Tengo en mente varios planes con mi empresa, planes que he puesto por etapas, y que con la ayuda de Dios no solamente serán las coladoras sino una marca reconocida por todos a nivel mundial”.
Es improbable que la coladora de tela vuelva masivamente a ser utilizada, pero al menos, darle un espacio y no en las cocinas sino en las salas del hogar, como elemento cultural-educativo-cotidiano, para recordarnos esa forma de prepararlo.
Su contacto es (809) 729-1111 y en las redes sociales se pueden ver sus coladoras en Instagram como colaMocafé.