Elecciones municipales y algo más

Elecciones municipales para el próximo fin de semana con la población un poco harta de chuparse tapón tras tapón, en un país que no produce gasolina y mucho menos tiene pozos petroleros, pero que consume carburantes más que un país del primer mundo.

Somos del tercer mundo pobre, pero comparones, donde las jepetas y otros vehículos de gran consumo abundan como la verdolaga.

Ahora que estamos en campaña electoral y será hasta mayo venidero, porque las municipales son el próximo domingo pero la fiesta sigue hasta las presidenciales, los dominicanos tenemos que llenarnos de paciencia para seguir gastando combustibles debido a que cada día las marchas nunca paran.

En algún momento se tendrán que reglamentar este tipo de actividades proselitistas y efectuarse bajo techo.

En los países más o menos civilizados las campañas electorales se realizan bajo techo, sin marchas ni parafernalias.

El próximo domingo salimos de una, pero viene la otra elección que es más dura porque es presidencial.

Otro tema que irrita es la financiación de los partidos políticos que se llevan más de dos mil millones de pesos en cada campaña, pero también decir que parte de ese dinero no se gasta sino que se queda en los bolsillos de algunos que viven de ese negocio.

Esa es otra modalidad que hay que eliminar si tomamos en cuenta que la pobreza es parte de nuestro modus vivendis.

Pienso que la equidad sería más justa si se realizan campañas electorales bajo techo y se elimina la financiación a los partidos, que cada quien recolecte como pueda y demuestre que con los votos pueden sostener a su organización.

Promesas y promesas en medio de la pobreza consuetudinaria en la que viven más de 5 millones de dominicanos. Eso no es justo.

Los propios dirigentes políticos que tengan más calidad moral deben promover que se eliminen esos privilegios particulares con gastos del erario.

Una nación que viva de préstamos y otros fondos provenientes del exterior que no sean  producto de su natural crecimiento no puede darse el lujo de gastar tanto dinero en algo que al final no es productivo.