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  • Por: Máximo Sánchez
  • domingo 24 marzo, 2024

El clientelismo político electoral, como escalera social en América Latina

En la vida de las sociedades modernas, existe una realidad que nadie puede obviar; los cambios económicos y sociales en la vida de los pueblos, se conducen mediante el ejercicio del poder político, y este poder nunca se consigue mediante pactos sociales en mesas de conversaciones, sino que es fruto de la confrontación abierta de visiones diferentes del liderazgo político.
En América Latina, no dista mucho el tiempo en que los escenarios políticos de poder, eran ocupados por regímenes dictatoriales en muchos de nuestros países; y la oposición política a las dictaduras eran atomizadas con ideologías filosóficas de los siglos XVlll y XlX que, tuvieron su máxima incidencia en los acontecimientos históricos del siglo XX.
En pleno siglo XX, a la descripción del infierno caribeño abordado por don Juan Bosch en su “Póker de espanto en el Caribe”, seguimos con el paralelismo de horribles dictaduras que bajaban como arroyos de sangre desde Centroamérica hasta el cono sur.
La familia Somoza de Barrios en Nicaragua, Manuel Antonio Noriega en Panamá, Jorge Videla en Argentina, Alfredo Stroessner en Paraguay, y la guinda del pastel Augusto Pinochet en el Chile del poeta Neruda; esto es solo circunscribiéndonos a la segunda mitad del siglo pasado.
Muchas de las personas que vivieron los acontecimientos políticos de aquel siglo, tienen la concepción de un cambio degenerativo en el comportamiento del nuevo liderazgo político, y de un declive en las prácticas del arte político. Bueno, si consideramos las prácticas políticas de hoy, atendiendo a la ética del pensamiento político del siglo pasado, entenderíamos las razones de quienes piensan de esa manera.
La realidad es que los valores éticos que adornaban la actividad política en el siglo pasado, no pueden ser aplicados al pragmatismo de esta actividad hoy en día; simplemente porque el mundo vive circunstancias diferentes; en el pasado, las ideas políticas eran objeto de persecución y el crimen político era una moneda de pago.
Hoy, el mercado coloniza los cerebros de las nuevas generaciones; y la revolución digital tecnológica mantiene a nuestros descendientes tan ocupados que, ni se enteran de quienes son, ni saben hacia donde van.
La lucha política del momento actual, prioriza las apetencias individuales sobre las necesidades colectivas; se habla de compra de conciencias, pero en realidad debemos preguntarnos, si esas conciencias existían o si las apetencias dormían esperando la mejor oportunidad; el despertar del sueño de las ambiciones personales, motiva el cambio de chaqueta de los saltimbanquis electorales.
El arte político, sigue concentrado en su objetivo desde el despertar de los tiempos, y ese objetivo no es otro que, la conquista y el ejercicio del poder en cualquier parte donde se ejercite. ¿Qué ha variado a través de los siglos? Pues los métodos y el histrionismo de los actores líderes que pueblan el escenario.
Para un buen ejemplo, hoy, los líderes usan las apetencias y debilidades de sus adláteres como armas y subterfugios de sometimiento, y antes, esas mismas apetencias y debilidades podían conducir a esos servidores al patíbulo.
En esta nueva modalidad del comportamiento del liderazgo, es donde muchos actores desprovistos de virtud o talento alguno, han decidido usar la debilidad sistemática del clientelismo político electoral, como escalera hacia el pináculo social.
Y ahora, aunque usted no lo crea, tenemos personas sin virtud, sin talento y sin ninguna calidad, ejerciendo funciones fundamentales en la vida de los pueblos, son ineptos catapultados a las alturas por el poder de turno.

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