La iglesia católica pierde garras en la lucha social. Al parecer es tiempo del pasado cuando curas junto a la prédica espiritual, unía la lucha por reivindicaciones materiales. Un sector sumamente dogmático y conservador está hoy al frente de los católicos.
La lucha social no puede caer en el tremendismo, y un vanguardismo obtuso, pero tampoco la iglesia puede voltear la mejilla para no ver realidades que son lacerantes. Lo espiritual siempre debe estar en primer plano, es su razón social, pero la voz del humilde no se puede ignorar.
Jesús hizo su ministerio junto a los más pobres, a los desamparados de la tierra, enfrentando a los poderosos, a los que callaban a los otros por la fuerza, para que solo se escuchara la opinión imperial.
Después del ajusticiamiento de Trujillo la Iglesia vivió el surgimiento de varias etapas que iban desde lo meramente dogmático, la política conservadora, y el seguimiento de las doctrinas de los curas sudamericanas que se alzaron en el monte.
Pero la guerrilla entre montañas, una atracción para curas, sobre todo en sud-américa, que buscaban reivindicaciones sociales, eran métodos muy extremos que nunca tuvieron presencia física en el país.
La Teoría de la Liberación motivó a los curas dominicanos a luchar por el mensaje de paz y espiritualidad, pero también, por la mejoría de los más necesitados, los sin nombre, los sin rostros, los pies descalzos.
La iglesia dominicana demuestra en sus últimos sermones que ha entrado en un conservadurismo extremo. Sus nuevos jefes tiene todo el derecho de fijar nuevas líneas de acción, pero enfría las relaciones con los creyentes, no sentir las necesidades de una mayoría irredenta, y no plantear soluciones.
Además, no se puede pasar por alto que la Iglesia dominicana siempre ha sido un ente político, apegado a la cúpula social, dando tropezones, como el apoyo a la dictadura de Trujillo y el golpe de Estado a Juan Bosch. Hechos pasados, que el catolicismo logró superar, y cerrar esos dolorosos capítulos.
El Sermón de las Siete Palabras necesitaba más vida, más sabia, más compromisos. Quedó en simples enunciados, sin aplicar el bisturís a las llagas. Hizo falta más compromiso.
En un mundo sin ideologías vivas, la iglesia es de las pocas instituciones que tiene la fuerza moral para ser un faro que alumbre el futuro nacional. Debe quitarse la capa del conservadurismo, y dar un paso junto a los pata por suelo. ¡Ay!, se me acabó la tinta.