El debate fue un hito histórico. Lo permitió la ausencia de lucha ideológica. Es impensable que se diera un encuentro televisivo entre los doctores Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez. Los separaba la muralla ideológica y el embrión de la lucha de clase.
Ni siquiera Peña Gómez y Leonel Fernández pudieron debatir. Estaban de cerca en muchas de sus ideas, pero los separaba la posibilidad de aprovechar las coyunturas en la marcha hacia el poder. La palanca que podía llevar al PLD al Palacio, era la misma retranca que le hizo un fraude electoral.
Un doctor Balaguer vencido por sus dolencias físicas, pero no derrotado al tener en sus manos un ala de poder mediático a tomar en cuenta, señaló a un candidato joven, con mayor fuerza que el de su partido, para vencer a la voz de trueno de los descamisados.
Los debates son interesantes, pero no hay historial de ellos en el país. El pasado fue histórico, por ser el primero, y por demostrar a los dominicanos que la política nacional es plana, sin altibajos, con candidatos que tienen la misma plataforma de gobernar, y que solo los divide sus reflejos de personalidad.
Más que debate, fue un gran conversatorio, una antesala del venidero torneo electoral, donde se deberá escoger al próximo presidente, o reelegir al actual. Como las encuestas, todo es percepción. Ni ganadores ni vencedores. Un empate podría ser suficiente.
Los temas fueron tratados con mucho cuidado, pensando en los matices técnicos y la capacidad intelectual. Nadie se quedó atrás. Cada cual, defendiendo sus ejecutorias, en pasados gobiernos, o en el actual. Continuidad de Estado en un capítulo, y abandono en otros.
Abel cometió un error. Abandonó el tono de turbamulta inicial, para irse también a las estadísticas. Lo único que lo podía separar de sus compañeros de panel, era levantar la voz del desposeído, como hizo reflejo en la nota introductoria. Pero se estancó y perdió su oportunidad.
Los debates siempre han sido el gran espectáculo de la televisión norteamericana y europea, pero luego se olvidan con los nuevos titulares de los periódicos. En Europa es un viento que pasa rápidamente.
Al correr de los días y mientras las elecciones se acercan, el debate será recordado por dos hechos intrascendentes y los demás irán al baúl del olvido. Un presidente sin corbata, y una invitación a cenar. Lo otro, será sencillamente el gran record de televidentes cautivos por dos horas. ¡Ay!, se me acabó la tinta.