Para una sociedad que va en vías de desarrollo, la modernidad y el control del tránsito es obligatorio. Al día de hoy, todo lo referente al transporte público está en manos de los sindicatos de choferes. Ellos son el desorden en las calles.
El peatón es víctima de los motoristas, que transitan por las aceras y ponen en peligro su integridad física. Muchos atracos se cometen en los motores, a sabiendas de la velocidad de las dos ruedas. Los moto-conchos son un sector indomable, y que hace lo que le venga en gana.
Las rutas lucen alocadas. Las dividen en tres porciones de 40 pesos cada una, o sea que se necesita un estimado de peso y medio, para poder ir de punta a punta de una ruta.
Ni se hable por su gran anarquía, de las guaguas, con sus pasajeros en exceso, su velocidad fuera de control, y con choferes y cobradores que lastiman la ética y la seguridad de los pasajeros.
El transporte público hoy es un dolor de cabeza, y ese servicio estratégico y de primer orden, es manejado por choferes y sindicalistas de modo abusivo, llegando a ser denominados como “Los dueños del país”.
Los problemas del transporte público de pasajeros no se van a solucionar con un nuevo burócrata que se siente en esa silla. Allí hay que quitarse el saco y la corbata, y en mangas de camisa hablar de tú a tú con el movimiento sindical. Ellos no quieren abandonar el desorden.
Sin importar el costo social, el gobernó debe enfrentar los aumentos en las rutas, el ordenamiento del kilometraje recorrido, hacer valer las multas, y hasta el decomiso de los autobuses, motores y carros, cuando ocurran casos extremos.
El principal reto está con fijar las rutas y los pasajes. El Estado ofrece incentivos especiales a los choferes para que no reajusten e el precio del pasaje, pero nadie hace cso. Es hora de llamar a orden a los desaprensivos.
Los gobiernos de los últimos años han dejado que el caos llegue al transporte y al tránsito, para agenciarse voluntades y mantener tranquila a una parte levantisca de la población. Se hizo mal, y ahora en estos cuatro años se tiene que controlar este desorden.
En lontananza no veo nada positivo en el transporte, salvo que haya deseo de buscar soluciones e imponer los reglamentos. Se puede ser cortes, amigo y emprendedor, pero tomando en cuenta que nadie está por encima de los reglamentos.