En el mundillo político-partidista dominicano existe el aplastamiento y no la norma de la convivencia civilizada. Los partidos no entran en negociaciones, sino que rompen al rival más próximo. Una carnicería política no es favorable.
La puerta del diálogo y el entendimiento debe darse en todos los sectores. Jugar al más fuerte, no conduce a ninguna parte. El poder siempre debe estar listo a darle la mano a las ideas del contrario.
Es imposible para la República Dominicana dar un paso adelante en su desarrollo, si hay desavenencias profundas entre los actores partidistas. No importa el color de la chaqueta, cuando se está en un proyecto de interés nacional, debe surgir y fortalecerse la unidad.
Pero es fácil plantearlo y más difícil que se pueda ejecutar. La paz sale del sano enfrentamiento de las ideas. Aquí impera la ley de sálvese el que pueda, y los demás con tierra tienen.
Ese desaforado lenguaje no es propio de políticos profesionales, que saben que antes de contar militantes, deben ver su particular correlación de fuerzas. Sin destino manifiesto la coyuntura es muy especial en favorecer o golpear a cualquiera de los participantes en el juego de las opiniones.
En solitario nadie puede realizar obras de alcance nacional que favorezcan a la gran población. Se necesita la colaboración de los opositores, cuando se trata del interés nacional. No debe darse el partidismo ciego.
Uno de los graves problemas nacionales es que el país está sin mediadores, sin sectores que sean independientes. En consecuencia, se trata de imponer criterios por la fuerza, sin pasar por el tamiz de la fría exposición.
De por medio hay grandes jornadas que podrían poner a prueba la factibilidad de las negociaciones políticas. La ola de reformas es un buen ejemplo. Las reformas pueden pasar por la aplanadora del Congreso, pero tropezaría ante la reacción popular.
Con la reforma impositiva se puede contar con los votos necesarios para imponerla. En ese día a día de la puesta en marcha de ese proyecto se necesita consensuar con diferentes partidos, organizaciones sindicales y gente del pueblo.
Al día de hoy, es insoportable la carga impositiva que cae sobre los dominicanos. Se golpea por igual a las sub-clases media y popular. No pueden soportar los reajustes, sus números están en rojo y el camino empedrado.
No puede pasar en el congreso un proyecto de reforma fiscal y tributaria sin un consenso con todos los sectores nacionales. Aprobarlo a la fuerza mayoritaria, sería entrar en tierra de espanto. ¡Ay!, se me acabó la tinta…