Según todos los medios de comunicación que manejaban encuestas electorales, la justa por la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica estaba muy cerrada; algunos se atrevieron a manejar la hipótesis, sobre cuál sería el desenlace, si el conteo dada un empate en el voto electoral; lo que confundía al público menos observador.
Para comprender lo que acaba de ocurrir, tenemos que haber estudiado, aunque sea, de forma mínima la sociedad norteamericana; y es aquí, donde primero debemos entender que este país no está contenido únicamente en las grandes urbes, como Nueva York o Los Ángeles, existe un país inmenso que se extiende desde el Atlántico hasta el océano Pacífico.
En el último Censo Nacional de Los Estados Unidos del año 2020, se refleja que, la población general de la Nación es de 331 millones 449 mil 281 habitantes; según los mismos datos de este censo, el 75.3% son personas blancas, el 13.7% son afroamericanos y el 19.5% es hispano latino; aquí hay que apuntalar que, del 75.3% de blancos, solo el 58.4% es de origen anglosajón y caucásico.
De las demás minorías, solo la asiática refleja un porcentaje relativamente importante de un 6.4%. Si sumamos los porcentajes de hispanos y afroamericanos, podemos ver que, 13.7% + 19.5% es igual a un 33.2%, porcentaje que no se acerca al 58.4% de los habitantes blancos originales del país norteamericano.
Pero estas cifras frías de porcentajes raciales, no reflejan nada, si no decimos que solo han pasado 56 años del martirologio del Dr. Martin Luther King Jr. quién fue eliminado físicamente mediante un complot para detener la lucha por los derechos civiles de las minorías.
La conquista de los derechos civiles asentada en la Constitución, después de aquellas luchas, no erradicó el racismo y los rencores creados por siglos de desigualdad.
Así es que, debemos aceptar que vivimos en una sociedad profundamente dividida; donde las imposiciones generadas por el liberalismo en las últimas décadas, han llevado a la mayoría conservadora del 58% de blancos originarios a radicalizarse, en defensa de la existencia de sus valores.
Las luchas abiertas por la imposición del aborto de los feministas, la salida de los closets de los movimientos de LGBT, el impulso por la legalización de los narcóticos, son solo algunos de los diferentes tópicos que han llevado a las masas conservadoras a radicalizarse y templarse detrás del movimiento conservacionista que le ofertó el presidente Donald Trump.
El último error de campaña de la candidata demócrata, vicepresidenta Kamala Harris, fue la oferta de la legalización general del cannabis para uso recreativo; en realidad esto pareció, una patada desesperada de quién ya se sentía ahogada.
De Obama a Kamala hay una diferencia del cielo a la tierra. Cuando el presidente Barak Obama aspiró a la candidatura presidencial norteamericana por el Partido Demócrata, el país estaba a las puertas de una de las crisis económicas más profundas a las que se ha enfrentado en su existencia; no muchos tenían el arrojo de buscar la presidencia en esas condiciones.
Esa crisis, más la tenacidad y el carisma de Barak Obama, le hicieron presidente. La señora Harris representa una minoría, igual que el presidente Obama que, desde el comienzo de su historia se identificó como afroamericano, pero de la señora Kamala, todavía se discute si es de origen asiático o afroamericana.
Esa indefinición, no ayudó a la vicepresidenta Harris, por eso es el reflejo de la alta votación en su contra del sector afroamericano; y en su caso, no existía ninguna desesperación o crisis económica que catalizara la búsqueda de un clavo caliente, como sucedió con el entonces pre candidato, senador Barak Obama.
En esta ocasión, el presidente Donald Trump y el Partido Republicano se han alzado con todos los poderes; por eso, nos sentimos timados por la percepción que vendió la prensa en los Estados Unidos y en el mundo.
Pero finalmente, el norteamericano espera ecuanimidad y habilidad dirigiendo el país más poderoso de la tierra; y para eso, mira hacia su Constitución y confía en el principio que reglamenta la relación entre los poderes, su apropiado y decisivo “Checks and Balances”.