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  • Por: Máximo Sánchez
  • miércoles 15 enero, 2025

Gil Alberto Pérez Méndez

El proceso natural de la existencia humana, tiene por ciclo biológico natural, nacer, reproducirse y morir; pero en el devenir de nuestra existencia, los seres humanos acumulamos hechos, sentimientos y emociones, que, de forma inconsciente, nos llevan a distraer la muerte de la ecuación natural de nuestros días, por eso nos duele tanto la muerte. 

Así hoy, cuando apenas despertaba el día, recibí una noticia que me desprendió un pedazo del alma; _Máximo, me dijo una voz quebrada por el dolor, se nos ha marchado el viejo, tu amigo Gilín ha dejado de existir_ y después de tartamudear un saludo, se me quebró la voz y no recuerdo lo que dije.

Gil Alberto Pérez Méndez acaba de morir, después de arribar a sus 86 años de vida; pero, lo importante no es cómo murió, sino cómo vivió; para sus amigos y compañeros fue un ejemplo de coherencia y entrega a las causas que asumió; para su familia, fue un buen hijo, un buen hermano, un buen padre y buen esposo para esa noble mujer que le sobrevive y responde al nombre de Hipólita Cruz Díaz.

Sus hijos Ana, Odette, Yanina, Alberto y Raquel, hoy solo pueden sentir el dolor de ver partir su padre, y el orgullo de saber que ninguna mácula puede manchar la limpia hoja de su historia escrita a su paso por la vida.

Dije en uno de mis escritos de hace algunos años que, en 1963, precisamente cuando comenzaba noviembre, entre los montes y el mar de un pueblo costero llamado Enriquillo, un hijo de este pueblo discretamente, preparaba los “muchachos”, porque muy pronto el “Movimiento Revolucionario 14 de Junio” demostraría que conocía donde estaban “Las escarpadas montañas de Quisquella”.

Ese hombre era Gilín Pérez Méndez; pero, de los que se comprometieron de palabra con la insurrección sólo subieron al camión, conducido por su cuñado Teseo Ramírez, el mismo Gilín y Pedro Emerson Mota Galarza (Chacún) que, junto al comando de Barahona pasaron a formar el Frente Francisco del Rosario Sánchez, de lo que luego se conocería como la Guerrilla de Manolo, o el levantamiento de las Manaclas.  

En esa aventura guerrillera murió su compañero Chacún en la primera y única escaramuza con las tropas regulares, luego de ese hecho, la guerrilla se disgregó, y unas 5 semanas después, su padre lo entregó a un oficial de la Aviación Militar Dominicana de origen enriquillense llamado Manuel de Jesús Sánchez Cuevas.

De la Loma de Chene a la Base Aérea de San Isidro, donde fue interrogado, y de ahí a la cárcel de la Victoria a reunirse con sus compañeros del 14 de Junio, donde pasarían todo el año de 1964, y serían liberados a comienzos de 1965, como un gesto político del Triunvirato presidido por Donald Reid Cabral tratando de distender las relaciones con la oposición política.

El 24 de abril de 1965, comenzó el enfrentamiento del sector Constitucionalista, contra el Triunvirato y los militares golpistas que depusieron al presidente Juan Bosch; y Gil Alberto Pérez Méndez estuvo en “Ciudad Nueva” antes del desembarco de las tropas interventoras, presto a defender la Patria.

Permaneció en los comandos Constitucionalistas, durante todo el período de la guerra hasta la negociación que dio por terminado el conflicto. Luego vino la tarea de torear la muerte, durante la maléfica “operación limpieza”, y después en los 12 años del Dr. Balaguer, donde la persecución y el acecho eran monedas de pago a todo aquel con ideas diferentes y decisión de luchar.

Me relacioné con Gilín en 1982, durante la campaña presidencial de don Juan Bosch, para las elecciones generales de ese año; en un acto político en el barrio 30 de Mayo del sur capitaleño, nos presentó un amigo común. A partir de entonces me atrajo su bagaje histórico, y su forma práctica de ver la vida.

Junto a Federico Terrero Galarza, un muchacho que arrastraba un fusil junto a él, en los “comandos de Ciudad Nueva” en la Guerra de abril, en 1985 Gilín se integró a un Círculo de Estudios especiales del Partido de la Liberación Dominicana que, coordiné con otras figuras del municipio de Enriquillo, a quienes no menciono, porque quizás no les agrade ser vinculados al PLD hoy en día.

El Ing. Federico Terrero Galarza me llamó ayer, para decirme estoy destrozado, y casi lloramos los dos; fueron buenos amigos en las buenas y en las malas.

Eterno descanso amigo Gilín, te acompaña la gloria de haber sido un gigante de tus causas y de nunca tender la mano para pasar una factura por tus servicios a La Patria.

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