La figura el candidato independiente ya existe, y es a los partidos políticos que ahora les toca tratar de que a la mayor brevedad se escriba el reglamento que lo rija.
No hay a este momento ninguna coyuntura favorable a que un independiente pueda realizar una presentación exitosa en el venidero torneo electoral. Pero la máxima de la dialéctica es que cada momento, en el instante preciso, pare las soluciones y alternativas.
No daña ni perjudica a la democracia el candidato independiente. Es una propuesta más, el que vota es el pueblo. Lo que se tiene que garantizar es paridad de fuerzas para todos.
El candidato independiente es navegar por aguas tormentosas, no conocidas. Lo que sí ha sido norma en algunos torneos electorales es el extra-partido. Viene a ser lo más parecido a un independiente. A un candidato escogido sin ser miembro del partido que lo presenta.
Inclusive, los extra-partidos no han logrado concitar respaldo masivo, porque siempre se les ve con ojerizas, con resquemores y con la consigna del oportunista. El independiente es otra cosa.
Está a la par del redondel político, porque tiene que crear su propia estructura, sus delegados, su personal de apoyo y los recursos económicos. Ahí, en este aspecto, se debe trabajar con mucho cuidado para determinar cuál es su base de financiamiento.
No está ningún independiente, surgido a tres años de un proceso electoral, listo para cargar sobre sus hombros con toda la logística que se necesita, y lo más importante, tiene que llevar un mensaje que cale en las masas.
Una figura que no es mesiánica y que tiene que trabajar, en competencia con candidatos establecidos, presenta pocas posibilidades de triunfar en unas elecciones, por lo menos a corto plazo.
Pero todo debe quedar en letras, pergeñado en un reglamento que fije el alcance y las obligaciones de los independientes, y sobre todo que el pueblo conozca cual es su visión de Estado.
El reglamento para dejar establecido al candidato independiente debe estructurarse de consenso entre todos los partidos políticos, las correspondientes altas cortes y la Junta Central Electoral.
Además, el pueblo es el soberano. Su voto secreto es el que determina que se gane o se pierda. Temer a una candidatura independiente es demostrar flaquezas y posiciones que no tienen la suficiente fuerza para soportar los desafíos.
Nada que temer de una figura independiente ganando unas elecciones. Para el venidero período no hay las circunstancias que podrían enmarcar levantar una estatua a un desconocido. Hora de crear el reglamento, y de los partidos dejar el miedo.