República Dominicana-El destacado periodista y crítico de arte José Tomás Paulino destacó el “incuestionable” éxito de la obra teatral Pal Gritadero, que agotó sus últimas funciones en Casa de Teatro.
A través de su artículo, titulado Vamos Todos Pal Gritadero, Paulino resalta la asistencia de una gran cantidad de espectadores, como el mejor regalo a la propuesta de Hamlet Bodden.
A continuación texto integro del locutor de noticias en RNN.
Vamos todos Pa,l Griradero……
Asistir a una sala de teatro y reír hasta experimentar el éxtasis de satisfacción no es algo que ocurre con tanta frecuencia, aún cuando la propuesta sea de elevada calidad y hayan sido afinados los más pequeños detalles que definen a una representación de excelencia.
Ver juntas en escena a cuatro mujeres de clases sociales distintas, discordantes niveles de formación, ideas contrapuestas de la vida, opiniones y gustos disímiles es como estar frente a una muchedumbre, con la diversidad que caracteriza la imperfección humana.
Lo logra Pal Gritadero, la producción que agotó sus últimas funciones en Casa de Teatro, con notable éxito de asistencia, el mejor regalo a la incuestionable perfección de la obra, escrita por el dramaturgo Guy Foissy.
Su director, Hamlet Bodden, exhibió una pieza bien tallada de la dramaturgia dominicana, logra con indiscutida maestría, ajustar el texto original a la realidad social dominicana, en una comedia que cuenta el drama, así de paradójico, de cuatro mujeres marcadas por sucesos traumáticos, que han roto sus corazones y lacerado sus almas.
Wendy Alba, Yanela Hernández, Patricia Gómez y Luvil González, penetran a la descarnada piel de sus personajes, desnudan cuerpo y espíritu en un conmovedor diálogo, catártico, liberador, irresistible.
Mientras esperan un autobús, que nunca llegó, dejan fluir como torrente el laberinto de infortunio de sus tortuosas vidas, con el destellante brillo de situaciones hilarantes, generador de un aluvión de risas y estridentes carcajadas.
Como globo reventado, deshicieron las cuentas de un rosario de dolor reprimido, de sus miedos, angustias y sus temores, de demonios interiores y entonces saciaron ese deseo incontenible de irse al gritadero, a ese lugar tan omnisciente e infinito donde dejan sepultan las penas.
Asidas a la fuerza hilarante, como hilo conductor, hicieron brotar el corazón, con las cicatrices de esas heridas del alma, que a veces nunca sanan. Dejaron de ser ellas para encarnar a todas las mujeres de la humanidad, unas veces dulces, otras veces agrias, al fin, humanas, con sentimientos, emociones y ganas disfrutar un hálito de felicidad, aunque sea una vana ilusión.
Diverso el público, de todas las edades, no tuvo espacio a la distracción, por algo más de una hora, las cuatro mujeres mantuvieron a todos ojos atónitos, con atónitos, fijos al aforo, sin ostentosa escenografía, ni artilugios visuales, no eran necesarios.
Irreverente, crítico, estuvo presente la denuncia social, manejada con sutileza, pero con aguda acidez, Hamlet Bodden logró un producto laudable, algo mucho más fácil cuando está sobre las tablas la veteranía de actrices consumada, sobresalientes por sus actuaciones limpias, llenas de matices situacionales, figuras y colores, fortificadas por el sagaz manejo de la técnica actoral, armónica conjugación del lenguaje corporal, en un espectáculo imperdible.
La infructuosa espera por el autobús fue tan desesperante como la vorágine de sus atormentadas vidas. Desahogaron las ansias retenidas de gritar, un grito tan calcinante como el fuego, un grito reprimido de soberbia, de ira, de frustración, de sueños rotos, de metas no cumplidas, de desesperanza, de olvido y de desamparo.
Al final se dieron cuenta de que no estaban solas en el valle de tristeza y desconsuelo, que las tribulaciones, el sufrimiento y la impotencia tocan a todos que, en sociedades excluyentes, negadoras de oportunidades, donde los hombres también andan con su cruz a cuesta.