El país ha vivido esta semana un episodio muy doloroso. El Procurador General de la República, Jean Alain Rodríguez, ha envestido de forma arrolladora y desconsiderada contra la magistrada Miriam Germán Brito, juez de la Suprema Corte de Justicia, en medio del proceso de evaluación para la conformación de la nueva Suprema Corte de Justicia.
El jefe del Ministerio Público utilizó dos cartas anónimas y el testimonio de un miembro de la judicatura para intentar descalificar a la doctora Miriam Germán. Citó a uno de los hijos de la magistrada que tiene una condición especial para acusarla de testaferrato y enriquecimiento ilícito. Cuestionó su patrimonio y la relación de esta con el imputado en el caso Odebrecht, ingeniero Víctor Díaz Rúa.
Fue un incidente desagradable en el que se pretendió humillar a una de las figuras más emblemáticas en la judicatura nacional. Y todo obedeció a las críticas que la magistrada había formulado a la estructuración de la acusación del Ministerio Público en el caso Odebrecht.
Jean Alain Rodríguez pretendía vengar de esa manera las observaciones a la incoherencia y debilidad de la acusación.
Lo hizo en violación al reglamente del Consejo Nacional de la Magistratura. El mismo que él y los otros 7 habían elaborado y aprobado.
Por fortuna, el país es sabio y buena parte de él ha reaccionado como ha debido. Ha rechazado categóricamente las pretensiones del titular del Ministerio Público.
Sería bueno detenernos un poco a evaluar la hoja de vida de Miriam Germán y compararla con la de Jean Alain Rodríguez. Ese sería un buen ejercicio.