SANTIAGO, CHILE
Pierre, un haitiano de 37 años que se muestra agotado tras años de esperar una residencia definitiva en Chile, dice que no hay día en que no piense marcharse del país sudamericano. Su vida pareciera un círculo vicioso: está cesante y no consigue trabajo porque no tiene cédula de identidad, misma que no le renuevan porque no tiene contrato laboral.
Pierre declina dar su apellido a The Associated Press porque no quiere correr ningún riesgo. Es uno de tantos inmigrantes sin documentos que esperan que el Departamento de Extranjería y Migración de Chile renueve su carné y acoja su solicitud de residencia definitiva.
“De la manera que ejerce el gobierno (la política migratoria) es… para que nosotros los haitianos nos cansemos del país. Si estás irregular no puedes trabajar”, se queja mientras en sus manos exhibe dos cédulas vencidas.
Casado y con una hija chilena, Pierre vive en el campamento Dignidad, al sureste de la ciudad, en un conjunto de pequeñas casas de madera en medio de pasajes de tierra donde no se ve ni un arbusto. No se mueve de su casa —de un dormitorio— a la espera de que algún conocido llegue a ofrecerle algún trabajo temporal, un “pololito” como los llaman en Chile, por el que recibe entre 25 y 31 dólares, de los cuales ahorra seis para reunir los 300 que paga por arriendo y el resto para comprar comida.
“Pasé como cuatro años trabajando en una empresa y todavía estoy irregular en el país”, se lamenta. Agrega que en dos años su trámite ha avanzado apenas un 48%.
Pierre muestra una motocicleta estacionada a la entrada de su vivienda que no puede usar para hacer algunos “pololitos” porque no tiene licencia de conducir por no tener un carné de identidad. “A veces yo pienso (irme) caminar a pie, pero todavía no puedo”. No tiene dinero.
Magdaline Afred, una haitiana con residencia permanente, declara a la AP que muchos de sus compatriotas se fueron de Chile porque “no pueden trabajar porque no tienen papeles”. “A mí me da mucha pena porque hay muchos que se fueron con sus hijos que nacieron acá… y ahora están deportando (a Haití) a los haitianos con hijos chilenos”, añade.
En septiembre se registró una llegada masiva de haitianos a una ciudad fronteriza de Estados Unidos y muchos viajaron desde Chile Tras esa oleada migratoria, algunos lograron entrar, otros fueron deportados y muchos más se quedaron en México.
Magdaline, su esposo y sus tres hijas —la menor de dos años, chilena— viven en una casa de madera de dos dormitorios con una especie de patio a la entrada, donde hay cordeles con ropa limpia colgada en un lado y un montón de cajas con verduras y frutas al otro, lo que revela que ella trabaja en una feria.
El trabajador social y dirigente haitiano Lyné Francois, piensa que la política migratoria del centroderechista presidente Sebastián Piñera es un fracaso. “Hay personas que les han rechazado sus papeles dos o tres veces y están aburridas, desesperadas, agotadas y se están marchando”, asegura a la AP. “Pensamos que el gobierno podría facilitar las cosas, sobre todo por el terremoto (de agosto), las personas no saben qué hacer en este caso”.
Según cifras oficiales, en territorio chileno hay 1,5 millones de migrantes, incluidos unos 180.000 haitianos, de los cuales “casi 70.000 residen en Chile con permanencia definitiva”, dijo el subsecretario del Interior, Juan Francisco Galli. A los cerca de 110.000 haitianos indocumentados se suman los que ingresaron por pasos no habilitados y los que esperan que Extranjería les otorgue una cédula de identidad, documento requerido en casi cualquier trámite.
Piñera dictó un decreto en 2018 que obliga a los haitianos a obtener una visa consular en Puerto Príncipe antes de viajar a Chile, y en abril último promulgó una nueva Ley de Migraciones que busca prevenir el ingreso irregular de extranjeros. “Estamos poniendo en orden nuestra casa”, señaló el mandatario en alusión a la norma que facilita las expulsiones administrativas.