José Rafael Sosa
Gracias al VII Festival Nacional de Teatro, volvimos a ver La mujer puerca, y sentir el caudal de sensaciones que comporta la actuación protagónica, llegamos al convencimiento de que el teatro tiene una magia que no registra ninguna otra expresión escénica logra ni siquiera en cine.
La mujer puerca, del dramaturgo, cineasta y guionista de cine y televisión argentino Vicente Loza, en la Sala Ravelo, del Teatro Nacional, en un montaje con el acertado sentido de la producción de Hony Estrella – actriz y gestora artística – al ubicar, para su montaje en República Dominicana, este trabajo premiadísimo internacionalmente.
El autor es el dramaturgo, actor y director teatral argentino, autor de Amarás la noche, He nacido para verte sonreír, El mal de la montaña, Matar cansa, Nada del amor me produce envidia, Pudor en animales de invierno, Todo verde, tu parte maldita y La vida terrenal.
Loza es implacable en el manejo de su discurso escénico gracias a una visión crítica, su capacidad del sarcasmo elegante y su oportuno humor negro, gerenciado todo con un descriptivo del detalle, de la personalidad de sus personajes.
Las actuaciones
Su aparente fragilidad corporal, el amplio espectro de su expresión facial, su ductilidad en manejo de la voz, su presencia en escena, marcando este discurso que expone la doble moral de cuando el fanatismo de fe, sustituye los valores verdaderos del cristianismo.
Rodríguez quien logra arrancarle girones de piel a los tres personajes que interpreta alternativamente, manteniendo, a pesar de la rapidez en los cambios del parlante, la personalidad de cada uno de ellos.
El proceso que desarrolla es en extremo bien desarrollado, desde su primera salida previa al inicio de sus acciones escénicas, cuando se pasea por escenario e interactuó con algunos espectadores de hasta la intensidad del tren descarrilado emotivo de ese final.
Méritos merecidos para los tres personajes que hace Stuard Ortiz, por la genialidad de su gesticulación, su manejo gestual y sus sonidos guturales. Su labor como interpretación de respaldo a la protagonista de lo que en realidad es un monólogo extendido a cargo de la protagonista.
La escenografía
Un valor singular de La mujer puerca es su escenografía de Fidel López, que transformó la sala Jose de Jesús Ravelo de un blanco colonial que lo cubría todo: escenario y paredes. Tremendo es el esfuerzo en recursos y creatividad que logra envolver al espectador en un ambiente sorprendente y lúdico.
Este performance escenográfico mono cromático, permitió el despliegue de un universo luminoso con alternativos tonos de diversos tonos a cargo de un técnico que, como Ernesto López, se puso a la altura del propósito escénico.
A estos recursos se unen el vestuario de Bethania Rivera/Vicente Santos y el maquillaje de Elis Mesa, contribuyen con fuerza al impacto de la pieza, todo con la visión de un director, actor y gestor teatral que, como Santos, tuvo oportunidad de ejercer este rol fundamental en la puesta en escena.
Tras salir de disfrutar este recital actoral, la conclusión sigue siendo:
“El teatro es la vida misma, pero al extremo. Es expositivo, artístico, didáctico y vivencial de las emociones, pero el máximo de sus formas expresivas. Es ese escenario, mil veces renovado, que permite sentir a espectadores e intérpretes, bajo el signo del mismo imaginario”.