Este título da la percepción de una cinta cinematográfica de ciencia ficción de la década de 1970, cuando veíamos esa fecha lejana, casi remota en el tiempo; pero ahora, ya no estamos tan lejos; estamos a sólo unos 5 meses de iniciar el escenario del 2024.
Este año en referencia, se iniciará con una República Dominicana muy diferente a la de 1970; la situación política nacional e internacional, es completamente distinta. La correlación de las fuerzas hegemónicas del poder mundial ha cambiado, y con ella han cambiado sus esferas de influencia y sus métodos de dominación.
El comercio y la producción de comódites, han devenido en armas de sojuzgamiento de los países pequeños y subdesarrollados que los necesitan; y en factores de acercamiento y concesiones con aquellos que los poseen o los producen.
En este nuevo giro de las relaciones internacionales, las guerras se provocan y se mantienen, principalmente como mercado idóneo de la producción de armas que, son el producto más demandado de este escenario.
República Dominicana arriba al 2024, en un convulso teatro internacional, donde las confrontaciones por los mercados están infectadas por las acusaciones y las amenazas; en esta nueva página de la historia de la humanidad, cualquier “piedra del planeta” puede llegar a jugar un rol estelar en las decisiones globales.
Con una complejidad como la descrita, el país dominicano necesita sus mejores cerebros para conducir la nave del Estado. Hoy confrontamos problemas, más difíciles de lo que fueron aquellos enfrentamientos ideológicos de la segunda mitad del siglo pasado; hoy nuestro gran problema comienza junto al lindero de La Patria, en nuestra frontera terrestre.
En este escabroso devenir de este primer cuarto de siglo, el enfrentamiento electoral de cada cuatrienio se deslava, entre un gobierno con serios indicios de entrega a los intereses foráneos, lesivos a la subsistencia de la República Dominicana, y una conjunción de fuerzas políticas y sociales que ante el inminente peligro han cerrado filas para defender el país.
Cuando existe un gobierno propiciando una plácida invasión extranjera, mediante la venta de visas no sólo a los connacionales haitianos, sino a todo aquel que pague suntuosamente a los representantes consulares en los países acreditados; cuando algunos de sus embajadores defienden abiertamente una fusión de la isla; cuando los puestos de chequeo fronterizos son un mercado; entonces se hace necesario, dar un paso al frente con la intención de parar este proyecto ignominioso.
El rescate del país debe invadir el espíritu de las fuerzas vivas de la Nación; hoy se distancian los falsos profetas y los verdaderos hijos de la República Dominicana; no es posible que los intereses económicos y las ventajas políticas, sean más poderosos y significativos que la existencia misma.
El 2024 será el punto de inflexión entre la realidad de, si tenemos un país llamado República Dominicana, o si somos la combustión voraz de la voluntad y la ambición foránea.