BOSTON (NBAMANIACS.com).16 años después, los Boston Celtics pueden volver a llamarse a sí mismos campeones de la NBA. Los de Joe Mazzulla ha tocado por fin el cielo de la liga, y lo han hecho con la misma autoridad con la que se han paseado por los playoffs y con la que arrollaron en liga regular. 106-88 ha sido el resultado final, casi tan demoledor como el 131-92 que valió el 17º anillo de la franquicia allá por 2008, año desde el que han pasado muchas cosas que han conducido al triunfo de hoy.
Unos dirán que el camino empezó en los draft de 2016 y 2017, en los que, en ambos casos en la tercera posición, los de Massachusetts seleccionaron a las dos piedras angulares de su proyecto. Otros que en los playoffs de 2018, en los que dieron las primeras señales de su potencial y en los que solo un LeBron imperial les evitó llegar a sus primeras Finales en el mismo parqué en el que hoy celebran que han ganado las segundas. Y algunos que el verano pasado, en el que decidieron que amor y negocios no comen en la misma mesa y dieron salida a un Marcus Smart al que muchos invitarán esta noche a la celebración para hacerse con un Kristaps Porzingis que ha sido fundamental para que haya algo que celebrar.
Así, y de la mano de un Brad Stevens que empezó dirigiendo en pista y terminó conformando en los despachos la plantilla que él habría querido entrenar, se dio forma a un equipo que ha alcanzado la gloria de forma incontestable. Con un fantástico cierre del primer cuarto, la diferencia se fue a los dobles dígitos y los tambores de celebración empezaron a sonar, y con la lluvia de triples del segundo se colocó el +20 y empezó a tomar forma un encuentro sin demasiada disputa. Porque aunque Dallas, por decencia y coraje, no bajó los brazos antes de tiempo, nunca le dio. Ni las piernas ni las muñecas. Hoy, sencillamente, no era el día.
En los Celtics, por el contrario, todos parecieron encontrar su momento para brillar en una primera parte magnífica. Desde Tatum, en su mejor actuación de las Finales, agresivo buscando el aro y genial como playmaker; y Brown, incansable en la defensa sobre Doncic. Pasando por Holiday, genial en el movimiento sin balón para generar opciones; White, siempre aportando una infinidad de pequeñas cosas; o Horford, con sus virtudes de pívot moderno que multiplican por mil los recursos de esta plantilla. Y sin olvidar a Porzingis, que aun lejos de su 100% no se perdió la fiesta; Hauser, letal desde el perímetro, y Payton Pritchard, especialista en triples inverosímiles sobre la bocina de esos que vuelven locos a la grada.
Con él y con un «BANG» de Mike Breen, se cerró una primera mitad que valió un anillo. Desde ahí, puro trámite. Matar el tiempo hasta que llegase la ceremonia de entrega del trofeo.
Mazzulla tampoco se olvidó del resto, de los que no acostumbran a estar en pista pero que son tan parte de este equipo como el que más. De Brissett, Kornet, Mykhailiuk, que también tuvieron su momento y también podrán contar a sus hijos que pisaron la pista y vivieron desde el parqué la noche más grande de sus carreras. O de Tillman, que no jugó esta noche pero sí tuvo peso a lo largo de la eliminatoria.
Todos ellos pudieron celebrar el tan ansiado 18º anillo, el que sitúa a los Celtics como la franquicia más laureada de la historia de la NBA y el que terminar de confirmar que este equipo, al que mucha gente se negaba a creerse pese a lo que decían los números, domina de verdad la liga. La pregunta ahora es hasta cuándo lo hará. Porque la rotación para el año que viene será, presumiblemente, la misma. ¿Alguien da más?
Los Mavericks perdieron las Finales en el Game 3, y durante muchos minutos jugaron como si lo supieran. La victoria del cuarto encuentro fue un pequeño regalo, una forma de maquillar el global y de llevarse una alegría, pero todo estaba servido para que la serie concluyera en Boston y los texanos no alteraron el guion. Doncic, pese a que terminó con 28 puntos, despertó demasiado tarde como para ser relevante en el marcador, Irving prácticamente no llegó a despertar, y el resto a ratos cumplieron en sus roles pero no pudieron contener el vendaval que tenían delante.
Concluyó así una postemporada que no entraba en las cabezas sino de un par de ilusos pero a la que no pudieron poner la guinda. Como le ocurrió a los Celtics en los últimos años, se quedaron algo cortos, pero como le ocurrió a los Celtics en los últimos años, aprenderán de esta y tendrán la oportunidad de volver a luchar por el premio. El sabor hoy es agridulce, pero el balance del año es muy positivo. Y si sirve como un paso más para seguir creciendo, lo será más aún.