La estabilidad económica, social y política ha impactado positivamente en un crecimiento sostenido por un período de alrededor de 25 años.
Uno de los pilares de nuestra estabilidad está relacionado con la confianza, que proporcionan las reglas del juego definidas, en el marco de las políticas públicas en materia económica.
El marco macroeconómico se ha organizado para garantizar el pago de la deuda externa dominicana, colocando este aspecto como prioritario en un contexto de supremacía de los intereses financieros internacionales.
El diseño de la estabilidad económica privilegia la extracción de fondos del presupuesto nacional para cumplir los compromisos del pago de la deuda, con el fin de evitar las consecuencias derivadas de una declaración de insolvencia.
En el contexto del gran sacrificio de recursos y la posibilidad de una insolvencia, ambas opciones tienen impactos negativos para la economía. No es necesario ponerlas en una balanza para ver cuál es más perjudicial.
El punto más neurálgico se vincula con una carrera ascendente y continua en el aumento de la deuda externa, sin reparar en las consecuencias que, a fin de cuentas, afectan a la población, que luego tiene que hacerse cargo, a través de más impuestos, de las repercusiones del excesivo incremento de esta deuda.
No será suficiente justificar que se requiere del endeudamiento para la realización de grandes obras de infraestructura, cuando muchas de esas obras están desvinculadas de una estrategia nacional de desarrollo. En muchos casos, estas obras se realizan impulsadas por algún fin pecuniario particular.
Al revisar los principales indicadores en educación, salud, vivienda, empleo, etc., lamentablemente se llega a la conclusión de que nuestro país tiene un crecimiento económico sostenido, pero sin grandes repercusiones en un verdadero desarrollo que mejore la calidad de vida de los dominicanos, reduzca los niveles de inequidad y disminuya los indicadores de pobreza.
Habrá que replantear el modelo económico imperante, pues la dinámica no ha cambiado en más de 25 años: se toma todo el dinero prestado posible, con el respaldo de un Congreso legislativo incondicional, para hacer algunas obras. Luego llega la dificultad para pagar, y, finalmente, una reforma fiscal para aumentar los impuestos y continuar pagando la deuda.
Ahora que se está planteando una nueva reforma fiscal, nuestro país está atrapado en un círculo vicioso, que a este ritmo, llegará a un punto en el que no podrá sostenerse por más tiempo. En un futuro no muy lejano, probablemente, estaremos pagando las consecuencias de tantas imprecisiones e irresponsabilidades, llevándose de paso la estabilidad que ha perdurado durante décadas.